Quizás les ha pasado en alguna ocasión. Quizás caminando por la calle, en algún momento, en el tumulto de la gente les pareció ver como una aparición fugaz. Como un destello, breve pero intenso, a una persona a la que amaron hace mucho tiempo. Apenas fue un instante, pero suficiente para dejar una quemadura en las retinas y en el alma. Dicen que cuando uno se muere, nos pasa toda nuestra vida como una película por delante. Debe ser que cuando uno renace también. Porque en un momento así empiezan a aparecer imágenes que uno creía olvidadas. Guardadas en un viejo cajón cuya llave arrojamos quizás al río. Y uno se queda paralizado en la acera, viéndose a contracorriente de todo, sin saber muy bien qué hacer. Es que uno no está seguro de si es ella, porque apenas fue un instante, como un suspiro. Y sobre todo porque ha llovido mucho desde la última vez que nos vimos, y porque todos hemos cambiado. Y tú también. Y no está mal, simplemente que cambiamos. Y queda uno lleno de dudas, y se pregunta si en un momento así no será que uno confunde la realidad con el deseo. Quizás realmente se trata de esa persona. Pero puede que no. Puede que uno la invente. O simplemente se trate de que uno desea cruzarse con ella, digamos que inconscientemente, aunque sea así... entre la gente. Y ni siquiera porque quedara algo pendiente, o por rencor o porque hubiera algo urgente que resolver. No. Simplemente por tener ganas. Para rescatar un retazo de aquello que fuimos, cuando éramos eternos. Para preguntarle unos instantes, yo que se... qué tal la vida. Qué fue de ti. Qué fue de nosotros. Qué ha sido de mi. Algo parecido ocurre en esta canción, que transcurre en el subte de una ciudad. Resulta que un chico va en el subte y en el asiento de enfrente le parece encontrar una mujer a la que amó hace mucho tiempo. Pero tampoco está muy seguro. Está lleno de dudas su corazón, le tiembla el pecho y hace repaso de lo vivido. Muchos amigos y amigas me suelen preguntar lo que le pasa por la cabeza a la muchacha que protagoniza parte de la historia. Qué es lo que piensa. Nunca puedo satisfacer a quien pregunta, porque lo desconozco. No tengo ni idea de lo que piensa la muchacha. Quizás lo sepas tú. Pero sí se algo. Sé que un día todo cambiará. Un día el muchacho entrará al vagón y la encontrará enfrente, radiante y luminosa. Llenando su cabeza de recuerdos. Se acercará tan lleno de dudas, como cada vez que cantamos esta canción, y le hará la pregunta que siempre le hace. Ella le sostendrá la mirada, se levantará, se acercará mucho a él... y un día -no se cuándo, espero mas pronto que tarde- le responderá muy diferente a como lo suele hacer cuando cantamos esta canción.
Me levanto temprano, moribundo.
Perezoso resucito, bienvenido al mundo.
Con noticias asesinas me tomo el desayuno.
Camino del trabajo, en el metro,
aburrido vigilo las caras de los viajeros,
compañeros en la rutina y en los bostezos.
Y en el asiento de enfrente,
un rostro de repente,
claro ilumina el vagón.
Esos gestos traen recuerdos de
otros paisajes, otros tiempos,
en los que una suerte mejor me conoció.
No me atrevo a decir nada, no estoy seguro,
aunque esos ojos, sin duda, son los suyos,
más cargados de nostalgia, quizás más oscuros.
Pero creo que eres tú y estás casi igual,
tan hermosa como entonces, quizás más.
Sigues pareciendo la chica más triste de la ciudad.
Cuánto tiempo ha pasado desde los primeros errores,
del interrogante en tu mirada.
La ciudad gritaba y maldecía nuestros nombres,
jóvenes promesas, no, no teníamos nada.
Dejando en los portales los ecos de tus susurros,
buscando cualquier rincón sin luz.
"Agárrate de mi mano, que tengo miedo del futuro",
y detrás de cada huida estabas tú, estabas tú.
En las noches vacías en que regreso
solo y malherido, todavía me arrepiento
de haberte arrojado tan lejos de mi cuerpo.
Y ahora que te encuentro, veo que aún arde
la llama que encendiste. Nunca, nunca es tarde
para nacer de nuevo, para amarte.
Debo decirte algo antes de que te bajes
de este sucio vagón y quede muerto,
mirarte a los ojos, y tal vez recordarte,
que antes de rendirnos fuimos eternos.
Me levanto decidido y me acerco a ti,
y algo en mi pecho se tensa, se rompe.
"¿Cómo estás? Cuánto tiempo, ¿te acuerdas de mí?"
Y una sonrisa tímida responde:
"Perdone, pero creo que se ha equivocado".
"Disculpe, señorita, me recuerda tanto
a una mujer que conocí hace ya algunos años".
Más viejo y más cansado vuelvo a mi asiento,
aburrido vigilo las caras de los viajeros,
compañeros en la rutina y en los bostezos.
1:12 am