sábado, 29 de septiembre de 2012

3 minutos SI TAL

Entre estación y estación, no recuerda otra melodía que la que emana su corazón. Su memoria, inútil e inoperante, lo obliga a repasar con la mirada cada vez que el subte se detenía para el ascenso y descenso de miles de almas cansadas al llegar a su destino. A lo largo de 15 minutos competía su vida con gente desconocida que recordaba en cada viaje. Una joven pareja se miraba como si su vista pudiera penetrar los ojos y hasta acariciar el alma, fundidos en los brazos de un cálido abrazo, eternamente mentiroso en cuanto a su duración. El arte y la música cobraban vida cada vez que Omar regalaba su belleza a su temeroso publico, que lo obversaba obsecuente y escueto, aunque persuadido en el final de cada estribo. Cara de piedra, ojos robustos color miel, con un brazo apoyado en la baranda que sirve para el ingreso de carros de bebés que no pueden pasar por el molinete de pago, Juan me da los detestables días cada vez que piso la estación, demostrándome que siempre hay alguien peor que vos. Pero también existe el otro lado del rio, donde las aguas se juntan y transforman distintas corrientes, en un único paisaje. Allí está Maribel, blanca y minúscula, con el pelo recogido y los ojos saltones, me invita a tomar una copa ofreciéndome cualquier tipo de bebida que en mi caso sea gratificante. Un poco tímido, un poco idiota, tomo finalmente el ganador y escuchó la única frase que moviliza mis mañanas, mis cosquillas y mi pecho. "son $5 está Tiempo Argentino" suelta entre sus dulces labios sin pintar. Atontado, inmóvil, inexpresivo, a veces tardo en poder formular una respuesta, un "gracias" o porque no, preguntarle como se llama, cuales son sus gustos y sus pasiones, que piensa de Mauricio o si tiene ganas de tomar un café. Bajo el transcurso de esos segundos que parecen milenios, su cara se impacienta al no encontrar ninguna respuesta de mi parte, presionándome para cerrar el acuerdo de compra y venta, extraigo nervioso, tembloroso ante la situación que no pude resolver sin concretar una resolución en donde mis gritos se puedan oír, mis declaraciones se hagan canciones, y mi voz sea tu amor, el billete de $5. Lo toma, me la excusa mientras que voltea la cabeza para atender otro cliente borracho en búsqueda de amor.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Desde chiquito me enseñaron a quererte. A mirarte. A sufrir. A discutir cuando no entendía lo que pasaba con mis amigos. A llevarte en todos lados con personas que no conocía. A imitar relatos sometiendo a mi garganta. A mis peinados. Al tener en la espalda un simple número y sentirme como el mejor de todos. Sentir cada vez que pisaba cemento con dos arcos que entraba a mi templo, a mi casa. A jugar con estos colores y sentir un plus, una responsabilidad extra que al mismo tiempo, me hacia dar más de mi mismo y hasta a ver a la otra camiseta, y agrandarme todavía un poco más. Me banque lluvias, tormentas, corridas, mala sangre y viajes interminables en condiciones paupérrimas. Simulando un teatro, en los lunes podía ocurrir cualquier cosa: sufrir la cargada ajena de un amigo o nadar en un goze de felicidad. Aprendí a defenderme, a quererte en familia con gente que veo una vez a la semana. En la adversidad, en los golpes a la cien y en el estómago, te seguí. En las épocas doradas, no comí el discurso del campeón y siempre estuve a tu lado. Con el agua hasta la rodilla, siendo 5000, siendo 50, existía algo que no me dejaba separarme de vos. Había algo extraordinario, mitológico podría decir, que prefería dormir en cuero en la antartida antes que ponerme esa camiseta, que igualmente iba a tener calor. Ni el negocio ni el dinero ni ningún nombre propio puede manchar tu nombre, tu origen, y tu aura, nuestra relación. Pueden pasar años, técnicos, jugadores. Pueden caer muros, presidentes, hasta descensos, pero siempre estaremos juntos. De acá hasta ninguna parte, vos entrarías a la cancha, y allí, en el medio del campo, te devolvería el saludo. Desde que te vi me enamoré y supe que vos eras para mí y yo era para ti. Te sigo desde pendejo. No es un campeonato, no es un descenso, no es un ascenso. No se trata de un resultado, de un promedio o de un número. No se trata de una mujer o tal vez en otro caso, de un hombre. Se trata de vos, de tus colores. Que no me vengan de hablar de quien corre a la policía o tiene más aguante, de quien la tiene más grande, eso es para la gilada. Para mi solo importas vos y nadie más que vos. Jugando como el Barcelona o el más antiguo catenaccio italiano, pero siempre humillando y ganándole a esa camiseta que tanto asco me da. No es nada personal con nadie, pero la historia así lo quiso y así lo necesitamos de ambas partes, sino esto no tendría sentido. Nunca faltó el momento para tararear o cantar a los cuatro vientos tus canciones. En colectivos, caminatas interminables en solitario o hasta en la salida o en el mismo boliche. Te necesito, siento que cuando alguien me mira, me ve en esos únicos colores. No puedo explicar porque lo siento, porque fueron estos colores y no otros, o porque me hace tan bien. No sos una droga, porque una droga te autodestruye. Sos una muestra totalmente pura de felicidad plena: sin nada a cambio, sin ningún interés de por medio. Con bombos, con banderas, juntos, solo, siempre estaré a tu lado. Siempre.