jueves, 27 de septiembre de 2012

Desde chiquito me enseñaron a quererte. A mirarte. A sufrir. A discutir cuando no entendía lo que pasaba con mis amigos. A llevarte en todos lados con personas que no conocía. A imitar relatos sometiendo a mi garganta. A mis peinados. Al tener en la espalda un simple número y sentirme como el mejor de todos. Sentir cada vez que pisaba cemento con dos arcos que entraba a mi templo, a mi casa. A jugar con estos colores y sentir un plus, una responsabilidad extra que al mismo tiempo, me hacia dar más de mi mismo y hasta a ver a la otra camiseta, y agrandarme todavía un poco más. Me banque lluvias, tormentas, corridas, mala sangre y viajes interminables en condiciones paupérrimas. Simulando un teatro, en los lunes podía ocurrir cualquier cosa: sufrir la cargada ajena de un amigo o nadar en un goze de felicidad. Aprendí a defenderme, a quererte en familia con gente que veo una vez a la semana. En la adversidad, en los golpes a la cien y en el estómago, te seguí. En las épocas doradas, no comí el discurso del campeón y siempre estuve a tu lado. Con el agua hasta la rodilla, siendo 5000, siendo 50, existía algo que no me dejaba separarme de vos. Había algo extraordinario, mitológico podría decir, que prefería dormir en cuero en la antartida antes que ponerme esa camiseta, que igualmente iba a tener calor. Ni el negocio ni el dinero ni ningún nombre propio puede manchar tu nombre, tu origen, y tu aura, nuestra relación. Pueden pasar años, técnicos, jugadores. Pueden caer muros, presidentes, hasta descensos, pero siempre estaremos juntos. De acá hasta ninguna parte, vos entrarías a la cancha, y allí, en el medio del campo, te devolvería el saludo. Desde que te vi me enamoré y supe que vos eras para mí y yo era para ti. Te sigo desde pendejo. No es un campeonato, no es un descenso, no es un ascenso. No se trata de un resultado, de un promedio o de un número. No se trata de una mujer o tal vez en otro caso, de un hombre. Se trata de vos, de tus colores. Que no me vengan de hablar de quien corre a la policía o tiene más aguante, de quien la tiene más grande, eso es para la gilada. Para mi solo importas vos y nadie más que vos. Jugando como el Barcelona o el más antiguo catenaccio italiano, pero siempre humillando y ganándole a esa camiseta que tanto asco me da. No es nada personal con nadie, pero la historia así lo quiso y así lo necesitamos de ambas partes, sino esto no tendría sentido. Nunca faltó el momento para tararear o cantar a los cuatro vientos tus canciones. En colectivos, caminatas interminables en solitario o hasta en la salida o en el mismo boliche. Te necesito, siento que cuando alguien me mira, me ve en esos únicos colores. No puedo explicar porque lo siento, porque fueron estos colores y no otros, o porque me hace tan bien. No sos una droga, porque una droga te autodestruye. Sos una muestra totalmente pura de felicidad plena: sin nada a cambio, sin ningún interés de por medio. Con bombos, con banderas, juntos, solo, siempre estaré a tu lado. Siempre.

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