sábado, 22 de diciembre de 2012

Entre mediodias de luz y sombra, bajo las calles que envuelven los trenes de Buenos Aires, el viaje manifiesta cada uno de sus cuchillos que nos apuñalan en cada estación. Cada una de esas paradas golpea, lastima, porque llevan tu nombre. A cada paso, cada momento, cada movimiento para llegar a mi destino, es como el trayecto erroneo de mi alma a mi corazón. Poco a poco, cede, se defrauda, y descansa. ¿Cómo volver a pensar en recuerdos rotos, si con el mismo filo nos podemos cortar? Tu risa suena en mis auriculares, en mi micromundo que recubre mi burbuja por sobre toda la realidad. Como fotogramas, veo la arena, el mar, tus brazos y un mantel que mantenia nuestros sueños separados del suelo, de la tierra, en el reflejo de la ventana del subte. Al salir, Belgrano cesa en una cama y se me humedecen los pies, agotando cada suspiro de iluminar mi nuca y mi frente. Por una vez en la vida, como la única oportunidad de tachar la doble generala, el 85 me guiña la puerta y accedo a un paraiso de metal y plástico de $1,60 que me aisla de la agobiante rutina bajo el ala de 7,12,15 amigos de boleto, oficina y desamores.¿Quién sabe? tal vez, bajo la incomunicación de las caras enfermizas, nuestros ojos vuelvan a cruzarse entre el humo y el ruido, entre caños, pelo e improbabilidades. Abandono, más allá de lo que ya hice en todos estos años, el vagón y emcamino mi rumbo hacia las escaleras que me vuelvan a depositar a la superficie, con la calida bienvenida del olor putrefacto de la calle.

sábado, 15 de diciembre de 2012

ABRIL.

Entre canciones de delfines, submarinos y dragones,te veo pasar. Al costado de la ventana del subte, te veo en el reflejo y pienso en como me recibirás esta tarde. Ni los peores mercenarios ni los más duros hombres que llegué a conocer pueden con tu valentía. Con el caracter, con tu presencia, con la valía de tu mirada, los podés derrotar a cada uno de ellos y hasta todos juntos. Ningún ser humano que habita en esta tierra puede no caer en los hechizos de tu ser. También te ví llorar, y admiré como caian, pedazos por pedazos, las partes de este mundo. Entumecido en una pequeña silla de salón, pasadas las cuatro de la mañana, anunciaron tu llegada, y otra vez, el mundo comenzó a girar sin detenerse nunca más. Fueron días duros, de miedos, de dudas, de mentiras y traciones, sin saber el paredero que tendría este final ni a que puerto nos llevaría. Juré imprimirme en vos, protegerme frente a esa que se alberga en las entrañas de algunas personas y en otros rincones de las tabernas. Ya el tiempo ha pasado, los árboles cambiaron de dueño y hasta volvieron a crecer los muros. Ya culminaron los recuerdos en los que jugabas con mi escudo protector y me pedías que dieran una vuelta más. No seré tan alto, tan fuerte y escultural como me recordabas en tiempo de Jack y sus amigos con garfios y banderas, pero todavía le quedan batallas a este campeón por ganar. Seremos distintos, seremos más nuevos, pero el corazón se me reduce, al escuchar tu dulce voz.
Pasan las olas, la area, el sol destellante y viejos marineros que recuerdan tardes de fútbol con los muchachos al compás del mate. Entre tanto, observo el horizonte, recuento los pasos que me faltan para llegar, y como un viejo truco de edición barato, te veo encima de mis hombros cayendo de cara a la arena entre abrazos y risas, entre besos y melancolía.
Cuantas veces soñamos con ese abrazo, esos brazos que nos envuelven bajo la niebla de la incertidumbre. Cuantos subtes, trenes, colectivos soñando, esperando que llegue el fin de semana y el momento en volver a verte sonreír. Vacio mis auriculares, mis sonidos, mis odios y mi transpiración, todo tan solo para que llegue el día en que pueda volver a verte sonreír. Y así el lunes me golpea en la boca del estómago, el martes me levanta con más prisa que tranquilidad y el miércoles me guiña el ojo al estar en mitad del camino. Las calles se vuelven eternas, los semáforos desperdician cada segundo que podría pasar a tu lado. Duelen las horas, duelen las memorias, los recuerdos, los momentos son como un cigarillo o la cocaína. Dulces, templativos, pero oscuros, desgarradores. Los villanos que arriman por encima de mi cama me llaman a una batalla de la que no puedo escapar ni ganar, pero aún así me incitan a visitarla. Entre la oscuridad de la noche, guiado por las luces de descanso de las teclas para encender las que yacen apagadas, camino atento a cualquier eventualidad que pueda sucederme en el trayecto: cualquier ruido, movimiento, puede ser mi paso en falso y mi derrota inminente. Al permanecer más que un rato en lo oscuro, la visibilidad se asimila a lo que ve y parece que puedo percibir el lugar en que se encuentran los objetos, mis obstáculos.

martes, 11 de diciembre de 2012

Torna presto

Ahora, que perdimos más sueños por no querer vivir historias inconclusas, por no tirarnos en el mar para bucear e investigar nuevos horizontes, por temor de resbalarnos en la popa, nos decimos adiós. Tal vez, en el sur vuelva a nacer de nuevo entre el hielo y el frío, y la necesidad de humedecer mis manos. Ni tonto ni perezoso, vagaré por aquellas noches que me abriguen del mal de amores en base de alcohol y champang...Vamos, muchacho, de verdad. Ni yo me lo creo. Siempre la cerveza fue mi mayor estimulante para volar un poco. Viviré de fiesta, de taberna en taberna brindando por todo lo que alguna vez quisimos, lo que por promesas de meñiques, de tontos irrelevantes dejandose llevar por temporadas de otoño, nos juramos alguna vez. Uno, dos, tres y hasta tal vez cuatro buzos me pondré para separar el frío y tus tentaciones de mi piel, de pecho. Aunque no lo creas, ya hice los deberes, terminé los trámites que siempre juré hacer pero nunca me detení en darles fin. Llamé a Juan y me dijo que necesitaban una persona importante en una reconocida marca multinacional. Sí, así es, hasta ya conseguí un lugar para empezar mis nuevos sueños. Vamos, está bien, un super no puede ser tan malo y menos en la parte de la caja. Aire acondicionado, alejandome de posibles relaciones sociales por además del trabajo con mis vecinos. Aunque pensandolo bien, tal vez una buena señorita me devuelva la sonrisa, y contagie de color mis tristes ojos grises. Tonto, ingenuo, infragante, Alejandro planea su futuro como una siempre guía, sin tener en cuenta la brújula que le eh de marcar el camino, cuya brújula a la que llamamos destino. Vivirá como muchos, y también sufrirá como otros. Días tras días, se verá sometido a una felicidad esporádica que se diluye al pasar las horas, y se estaca en el medio de su corazón por las noches. Entre leche, activia y champang, sus tardes pasarán marchitando poco a poco, esos sueños que emigraron de su Buenos Aires natal para desembarcar, en un puerto, aún peor. Preso de la ignorancia de los sueños del ser humano y del hecho de vivir, la realidad de Alejandro lo acompañará cada vez que marquen las 9 y él estacione su chaqueta en el closer n°843, un armario que entiende de números y no de nombres. Los días serán cotidianos, y la insatifacción latirá en la palma de cada una de sus manos.

Al caminar de vuelta a casa, Ale verá su camino interrumpido por un pequeño bar llamado "El café de Rick". Un poco lúgubre, la falta de color, de detalle como cuadros, se ve equilibrada por las diversas ciruetas que abundan el eterno bar, nunca sin poder decifrar las caras que están en ellas. Gracias a las pequeñas luces que iluminan unas mesas de pool, Alejandro logra entender que Sam renunció y nunca más volverá a este lugar. Contando sus pasos, se dirige a la barra más próxima, apoyando los últimos 21 gramos que le quedan en una silla alta. Como le es habitual, llama a la mecera sin siquiera fijarse en su mirada y le pide la carta. Haciendo caso a su rutina, le alcanza a Alejandro una sudestada de pocas palabras para ordenar una cerveza tirada, sin tocar nunca la carta ni tampoco sacar la mirada del piso. Estancada. Estancada. ¿Y si la voluntad de mil hombres y mujeres hubiera sido distinta? La historia lo marca: el éxodo a una tierra vecina es el augurio para nuevos futuros.¿Y si la historia se equivocó? 

Cuando ya las exigencias le sobrepasan los hombros, Alejandro mete la mano en su bolsillo y toma el paquete de cigarrillos. La historia es la enseñanza de lo que se debe hacer para equivocarse otra vez. Una y otra vez. Miles y miles de años de ver como las civilizaciones se vieron la codicina, el ansía de poder, de demostrarle al otro que estaba equivocado, de vender familias, vidas, sueños, por la vanidad de unos pocos, muy pocos. Pasadas las 5, Alejandro ahora cree que se olvidó sus lentes, porque no entiende nada de lo que ve. Ahora, se sentó a su lado, lo abrazo y le invitó una ronda más. Eran más los vasos vacíos sobre la tabla de aquel bar que las palabras que Alejandro uso esa noche, hasta este momento.

 Inquieto por naturaleza y no por obra de hormigas, despliega un pie en el suelo mientras levanta la mirada en busca de aromas de coco, que estimulen aunque sea un poco su pobre olfato de la parte de verduras. Camina entre el humo y el ruido, tartamudeando frases que ni el conoce sin poder decifrar porque está haciendo lo que está haciendo. Entre pasos y piernas desnudas, dispara vulgaridades en castellano a una señorita que nunca se enteró de que existió. Así, balbucea por entre las mesas recitando a Márquez y tarareando a Sabina, sin llegar nunca, al fin del camino. Ya pasadas algunas horas, y mas vasos que dedos, Alejandro entiende que la salida queda mucho más lejos que de donde entró. A medida que los rostros se van develando, que la cuenta es grosera y larga, la noche ya hizo de las suyas. 

Otra vez, entiende de que está solo y nadie lo esperará en casa, que aunque la imagine, ella no estará. Volverá al mismo bar, a la misma barra, pero nadie lo esperará allí. Sofocado, afixiado por la voragine, cierra su puño izquierdo y golpea con fuerza la barra que albergó por momentos alegrías, por momentos tristezas, mientras que apoya su brazo y descansa su cabeza sobre él. Como la luz para un vampiro, siente el calor en su cuerpo y como poco a poco, día a día, se está yendo. En un suspiro, abandonó aquel bar para retomar el camino que nunca debió verse torcido.

martes, 27 de noviembre de 2012

A veces, hasta la misma Buenos Aires parece como una larga pileta olímpica de natación, pero reemplazando agua por autos y contaminación. Agotador, agobiante, el calor me choca en el rostro mientras me hace verte pasar como un bil espejismo, que se aprovecha de mi deprobable situación. A falta de camellos en Atacama, acá tenemos cartoneros con nobles corceles que habitan en un lugar en donde la naturaleza no los predestinó. Sediento de tus besos, de los ojos llorosos en que las señoras algo pálidas me saludan dandome las buenas tardes, me encuentro yo esperando al 83. Con un viejo blues, un gato pasa por debajo de los autos robando migajas de sueños que se vieron estropeados por la cruda realidad de la clase obrera argentina. Algunos dirán que era negro, otros blanco, para mí es una mezcla entre los dos.

Somos espejos parlantes que vivos en la zonas más bajas de los suburbios de la ciudad. Bajamos a nuestro propio inferno por la escalera de las pastillas, el alcohol y el crack. No tenemos donde ir ni a nadie le importa. En un graffiti puedo señalar todo lo que me falta por vivir mientras ellos se ríen de mi. La ciudad de los muertos nos llaman por vivir por debajo de lo más abajo de la sociedad, hasta dicen que ya abriremos nuestro primer sindicatos de drogadictos y estafadores. A mi no me importa si a ti tampoco te importa. Y así elegimos reunirnos por el fuego, por la oscuridad que invaden y hacen arder a nuestro pies cuando nos dicen que el cielo siempre nos comprenderá. Entre la comedia y el drama vivimos o tratamos de hacerlo a nuestra manera. No me importa, no me interesa lo que vos y tu sociedad piense de mí. Me crucifican por ser un perdedor, un fracasado de la vida que no pudo completar ni complacer las necesidades autoritarias de un aspecto de los seres humanos que va más allá de la escencia de cada uno. A menudo mi mundo empieza a girar y nunca acaba, dejandome mareado sin saber para donde correr. Y muero, y vuelvo a morir creyendo en tus mentiras. Cigarillos, amor desgarrador y un poco de pop y pastillas. Son pocas de las cosas de las que hago y puedo llegar a hablar. No seré el mejor ser humano pero es mi manera de vivir. Ni ser afixiado por la televisión ni de noquearme por lo que dicen los medios y los diarios. Eso no va conmigo. Eso es lo que ellos quieren que yo sea. No me importa. Aquí abajo somos diferentes. Algún día en esta vida seré un soñador, buscaré un futuro mejor y tal vez tenga un trabajo digno, pero no será este día. Ya me cansé de dormir en la sombra de la indignación. De vivir de la arrogancia y mutilación de pensonar que no saben conformar una buena melodía. Escudados del sueño americano, de decirte lo que tenés que hacer y pensar, me obligan a sujetarme la cabeza y gritar...BASTA! No me importa si a vos no te importa. Sobrepasa los pocos límites que me quedan de cordura tu total indiferencia y manipulación de lo que poco que queda de nosotros. Me da asco la manera frenética en la que se basan para realizar sus actos. Censura, extorsión, contrabando son los valores morales que predominan bajo los lemas y dilemas de sus banderas. Así, un día, la ciudad de los muertos, será la nación del fuego. Caerán bajo nuestras propias armas al hacernos creer que la nada misma merece más respeto que nosotros. No se trata de un grito punk ni de grupos adolecentes anti-sistemas. Se trata de exclusión. Bajo los suburbios, aprendí a odiar, a lastimarme a mi mismo, cuando en la televisión decían que robar era malo, y asaltaban de trajo y corbata a ancianos en base de organizaciones legales. Llegará el día en que el drama y la comedia cambien de roles y los polos sean opuestos. El día donde podré verte a la cara y escupir bajo tus slongans cool y facistas, aclamada por la ignorancia, el clero y los idiotas. Probablemente mi alma acompañe a cada una de las personas en ese día de lucha, porque seguramente ya estaré muerto en ese momento, seguramente en un lugar mejor. No me importa si a vos no te importa, pero tu día de ejecución terminará hoy.
Más allá de lo que haya pasado o escrito, me cansé de ti. De vivir pensar soñar en que sos lo que necesito para poder respirar. Es una puta pura mentira. Lo único que necesito para respirar es oxígeno. Sí, me divertí cuando mi madre dijo que sea un chico bueno y que no utilice armas, aunque maté a un hombre en Palomar. Las luces, las noches que brillaban más y ardían más que el sol en un amanecer tampoco podría olvidar. Crack, yerba y otras cuestiones se me vienen a la mente. Lugares inoportunos y desconocidos para levantarme, y ni hablar de aquellas personas que tanto compartí y aún así, ni conocía. Me importa un carajo, vos no estás acá para ver la mierda en la que me veo rodeado. De lo que se siente que te ahogen en un vaso del cual no podés huir. Siempre me valí de tu percepción de las cosas, por tu sensibilidad por hacerme sentir distinto...somos todos iguales. Todos iguales seres humanos de mierda. Todos con ambiciones, con demonios y ángeles que rara ves dicen presente. Me cansé, me harté. La vida apenás es un destello que nos pasa por encima como un avión a una hormiga. Es tan grande y desesperante que ya pasó cuando quieras darte cuenta de algo. Maldigo por no pensar más noches envenando mi sangre con más alcohol y descuidos, de tratar de ser siempre un hombre correcto y con honor, cuando los valores que solo existen en esta vida son los de color verde. Tus leyes, tus padres, tus vecinos, mis vecinos, tus amigos y amigas, se pueden ir bien al carajo. Ya no me opondré a la ruleta rusa que inspira al desenfreno de olvidar por un momento que estamos vivos y así, bailar como muertos.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Inpurgatori SI

Serán los días, las noches, las montañas, las cataratas de agua que nos separan. Como transfondo de mi espacio, rechinan las bocinas y el calor del motor de cada auto de Buenos Aires. Ya me consumí, ya grité, me enojé, destruí algunos bares, quemé mi conciencia gracias a madera húmeda agachando la cabeza. Divague por las entrañas de la tierra, saltando y buscando entre las baldosas del color gris, una respuesta que pueda darle un poco de serenidad a mi alma cansada. Cien días, cien horas caminé desorientado por un laberinto sin puertas ni ventanas de color blanco. Cada paso, traía un momento de arrepentimiento, de resignación, cada paso adelante se sentían como dos hacia atrás. Tropiezo y me golpeo la cabeza, me corto la mejilla y siento el cuerpo caliente, veo que estoy vivo. Después de un breve tiempo asimilando el golpe, logro levantarme de la suciedad del despiadado piso y busco seguir adelante. A cada día, a cada hora que sigo acá adentro, veo luces fugaces, que perduran apenas un segundo en el tiempo y espacio. A medida que avanzo, cada vez son más inmensas y cercanas a mí. Y ahí te vi a ti, entre el humo del ruido, el silencio de la desazón y el aroma de la desesperanza. Me miran, me incomodan, penetran mi piel vulnerable y estalla en el medio de mi pecho. Tan solo un segundo fue demasiado para recibir una pequeña pero mortífera dosis de ti. Me desintegro, mis pupilas se dilatan y ya no siento peso en mi cuerpo, ya ni 27 gramos logran sostenerme. En blanco, me veo envuelto por una luz negra que me pide, me sugiere que deje de pelear, exprimiendo mis hombros, mi espalda con sus grandes dedos. Mis rodillas tocan el piso, y por un instante, me sostengo aunque mi cuerpo y algo más que la gravedad imponen el peso de mi cuerpo hacia adelante. Me caigo, todo, todos ya me han abandonado. Cuando era niño mi padre me contaba que nadie más peleará tus propias batallas. Veo su recuerdo florecer entre la niebla en un abrir y cerrar de ojos. Veo a mi madre derritiéndome en un abrazo donde nos fundimos a fuego frente al mal que domina en las calles donde me crié, en un abrir y cerrar de ojos...y ya se fueron. Ya comprendo que caí, que mi sentencia ya fue dada, que esta es mi hora, mi lugar, y mi destino. Ya no puedo hacer nada por ellos, por ti, por mi. Me vencieron, me atraparon, de una vez por todas, caí en una de sus trampas. Ese instante ya transcurrió. Ahora siento que cada capa de aire que me separa del suelo corta como si estuviera chocando contra un alambre de púas. Tan solo unos segundos, parecen que fueran horas, días, años tal vez. En cada segundo en el que mi cuerpo se aproxima cada vez más al piso observo en donde me equivoque, cuantos trenes equivocados tome y cuantos otros no logré abordar. Me torturo hasta en estos momentos cuando veo como dejé que subas al avión con él. Cada momento corta como la desesperación de haberte perdido...
Sin casi tener absoluto control de mi cuerpo, mi cabeza choca como un cross a la mandíbula, mientras que mi pecho recibe la última estacada de plata para terminar con él de una vez. Ya ves, nadie se hará cargo de este asesinato, de estas heridas a sangre fría en mi pecho, de haberme olvidado entre recuerdos, de pasados. Percibo como el ambiente acaricia cada parte de cuerpo y me cubre de temblorosas sábanas negras, escuchando voces que susurran bajo el tormentoso silencio algo que no puedo llegar a develar, pero que aún así, no sería nada bueno.  Con los ojos desorbitados, sientiendo como deformes manos sujetan y jalan mis gemelos, veo que la visibilidad me abandona y mi mirada se pierde entre el humo del ruido, pensando, simplente, en poder verte una última vez...

miércoles, 21 de noviembre de 2012

St Clara. SI

Cae. Caí. Caímos. Desde un teléfono rojo, escuchó olas de risas sumergidas por el dulce rencor del odio. Ubicado en una pequeña cabina roja donde el fuego de la crisis albergó a las naciones europeas, te escucho. Me relatas historias ya conocidas por la televisión, la radio y hasta mi propia vecina. Inventas relatos con dictadores subordinados que cambiarán por el bien de su pueblo gracias a su gran capacidad auditiva para captar lo que su gente necesita. Como en Buchenwald, caminas entre trampas de bombas idealistas sin temor de que todo vuele por los aires. Me explicas,te autoconvences de que es esto lo que quieres. De que es esto lo que realmente necesitas. De que te necesitan. Será la más pronta reflexión de algunos seres humanos, la más impronta, innecesaria, irrelevante pensamiento de ayudar a los demás, que me aleja una vez más de ti. ¿Y que hago yo aquí, esperándote? Soñando tratando de rehacer algo que nunca tuve, de volver a bajar por las verduras esperando tu reto, tu ayuda para elegir el mejor fruto. De soñar melodías por la calle y reír al ver caer mi helado favorito. ¿Cómo haré para volver al cine sin poder elegir ni una sola película que tenga menos de 4 puntos?. Concuerdo, no estoy en el mejor escenario para hacer ningún planteamiento hacía ti, pero eso no significa que no pueda. También allí te acobija otro hombres en fuertes brazos bajo una funda de cuero mármol. Mujer, eres una de las cosas más complejas, imperfectas y hermosas que alguna vez dudé que podía llegar a contemplar. Bajo la sombra de un vagón que no se mueve, entre destellos de nubes y la luz de nuestra mesa iluminada por una minúscula luz, morí y envejecí al verme reflejado en tus dulces ojos marrones. No acepto, no entiendo y no quiero dejar la oportunidad de que un muro, un señor de azul, me separe de ti. ¿Qué tiene él  que pueda separarme de ti? Mujer, señorita, se que tenés un carácter fuerte, pero regresa a casa. Ya la AFIP me quita el poco aire que me queda y con el tuyo a través de este teléfono no me alcanza. Entiendo que estés indignada y quieras tener un trabajo, un hogar y una vida mejor, pero, por favor, volvé a casa. No...no sé que más decir. Ya perdí el gusto por las comidas, por escuchar música y hasta de aburrirme en la televisión. Ya mis domingos hacen un fino golpe a la mandíbula quedandome en casa. Todo sigue igual, todo tan igual y tan apagado. Pasadas las 6 de la madrugada, apago la alarma de mi teléfono, me pongo la misma ropa y espero que ya sea el día. El día que me anuncies que ya estarás en casa, que dejarás de pelear por gente que no te importa y olvidarás estrellas en tu cabeza. Yo acá seguiré pagando las cuentas, mis deudas, tus revistas y mi memoria, y te esperaré con el suplemento de viajes del domingo esperando nuestra próxima huida.

sábado, 29 de septiembre de 2012

3 minutos SI TAL

Entre estación y estación, no recuerda otra melodía que la que emana su corazón. Su memoria, inútil e inoperante, lo obliga a repasar con la mirada cada vez que el subte se detenía para el ascenso y descenso de miles de almas cansadas al llegar a su destino. A lo largo de 15 minutos competía su vida con gente desconocida que recordaba en cada viaje. Una joven pareja se miraba como si su vista pudiera penetrar los ojos y hasta acariciar el alma, fundidos en los brazos de un cálido abrazo, eternamente mentiroso en cuanto a su duración. El arte y la música cobraban vida cada vez que Omar regalaba su belleza a su temeroso publico, que lo obversaba obsecuente y escueto, aunque persuadido en el final de cada estribo. Cara de piedra, ojos robustos color miel, con un brazo apoyado en la baranda que sirve para el ingreso de carros de bebés que no pueden pasar por el molinete de pago, Juan me da los detestables días cada vez que piso la estación, demostrándome que siempre hay alguien peor que vos. Pero también existe el otro lado del rio, donde las aguas se juntan y transforman distintas corrientes, en un único paisaje. Allí está Maribel, blanca y minúscula, con el pelo recogido y los ojos saltones, me invita a tomar una copa ofreciéndome cualquier tipo de bebida que en mi caso sea gratificante. Un poco tímido, un poco idiota, tomo finalmente el ganador y escuchó la única frase que moviliza mis mañanas, mis cosquillas y mi pecho. "son $5 está Tiempo Argentino" suelta entre sus dulces labios sin pintar. Atontado, inmóvil, inexpresivo, a veces tardo en poder formular una respuesta, un "gracias" o porque no, preguntarle como se llama, cuales son sus gustos y sus pasiones, que piensa de Mauricio o si tiene ganas de tomar un café. Bajo el transcurso de esos segundos que parecen milenios, su cara se impacienta al no encontrar ninguna respuesta de mi parte, presionándome para cerrar el acuerdo de compra y venta, extraigo nervioso, tembloroso ante la situación que no pude resolver sin concretar una resolución en donde mis gritos se puedan oír, mis declaraciones se hagan canciones, y mi voz sea tu amor, el billete de $5. Lo toma, me la excusa mientras que voltea la cabeza para atender otro cliente borracho en búsqueda de amor.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Desde chiquito me enseñaron a quererte. A mirarte. A sufrir. A discutir cuando no entendía lo que pasaba con mis amigos. A llevarte en todos lados con personas que no conocía. A imitar relatos sometiendo a mi garganta. A mis peinados. Al tener en la espalda un simple número y sentirme como el mejor de todos. Sentir cada vez que pisaba cemento con dos arcos que entraba a mi templo, a mi casa. A jugar con estos colores y sentir un plus, una responsabilidad extra que al mismo tiempo, me hacia dar más de mi mismo y hasta a ver a la otra camiseta, y agrandarme todavía un poco más. Me banque lluvias, tormentas, corridas, mala sangre y viajes interminables en condiciones paupérrimas. Simulando un teatro, en los lunes podía ocurrir cualquier cosa: sufrir la cargada ajena de un amigo o nadar en un goze de felicidad. Aprendí a defenderme, a quererte en familia con gente que veo una vez a la semana. En la adversidad, en los golpes a la cien y en el estómago, te seguí. En las épocas doradas, no comí el discurso del campeón y siempre estuve a tu lado. Con el agua hasta la rodilla, siendo 5000, siendo 50, existía algo que no me dejaba separarme de vos. Había algo extraordinario, mitológico podría decir, que prefería dormir en cuero en la antartida antes que ponerme esa camiseta, que igualmente iba a tener calor. Ni el negocio ni el dinero ni ningún nombre propio puede manchar tu nombre, tu origen, y tu aura, nuestra relación. Pueden pasar años, técnicos, jugadores. Pueden caer muros, presidentes, hasta descensos, pero siempre estaremos juntos. De acá hasta ninguna parte, vos entrarías a la cancha, y allí, en el medio del campo, te devolvería el saludo. Desde que te vi me enamoré y supe que vos eras para mí y yo era para ti. Te sigo desde pendejo. No es un campeonato, no es un descenso, no es un ascenso. No se trata de un resultado, de un promedio o de un número. No se trata de una mujer o tal vez en otro caso, de un hombre. Se trata de vos, de tus colores. Que no me vengan de hablar de quien corre a la policía o tiene más aguante, de quien la tiene más grande, eso es para la gilada. Para mi solo importas vos y nadie más que vos. Jugando como el Barcelona o el más antiguo catenaccio italiano, pero siempre humillando y ganándole a esa camiseta que tanto asco me da. No es nada personal con nadie, pero la historia así lo quiso y así lo necesitamos de ambas partes, sino esto no tendría sentido. Nunca faltó el momento para tararear o cantar a los cuatro vientos tus canciones. En colectivos, caminatas interminables en solitario o hasta en la salida o en el mismo boliche. Te necesito, siento que cuando alguien me mira, me ve en esos únicos colores. No puedo explicar porque lo siento, porque fueron estos colores y no otros, o porque me hace tan bien. No sos una droga, porque una droga te autodestruye. Sos una muestra totalmente pura de felicidad plena: sin nada a cambio, sin ningún interés de por medio. Con bombos, con banderas, juntos, solo, siempre estaré a tu lado. Siempre.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Crónicas de sueños incompletos SI


Crónica de sueños incompletos
Intrépido, me decían. Martín “el intrépido” Suárez, cabalgando entre montañas de inseguridad, enfrentándose  a generales de múltiples hogares con un solo propósito, impulsado por la valentía que emergía de su pecho. Así me tildaban algunos colegas, me etiquetaban en las hazañas mitológicas que relataban a los medios de comunicación. Me hacían llamar el Héroe de clase media de John Lennon, les hacían creer que conmigo estarían seguros, con la astucia e inteligencia de Sherlock Holmes como también el pensamiento avasallador  y penetrante de Roldofo Walsh.  No soy un ejemplo para nadie, ni un símbolo como quieren que sea. Los amigos del campeón no dejan que pueda caminar con tranquilidad, me invitan a recluirme en las entrañas de mi dolor, de mi ausencia. No soy un héroe, no busco la justicia para nadie, más que para mí mismo.  Algunos dicen que lucho por la inseguridad que vivió mi lugar de procedencia desde niño, mi barrio. Otros, el espíritu amateur y radical que mi madre me invocó, con figuras que valían su justicia desde el libre pensamiento, la igualdad, la oportunidad para soñar mundos mejores sin servicios entregados por correo e impuestos, dominados por un sistema perverso que se rige a base de miedo y terror, confabulado con el capitalismo imperioso impuesto por los Estados Unidos de Norteamérica y el G8.  Algunos, dudan. Siempre deberían dudar. De que existe alguien así, de no conformarse con slogan baratos, canales de televisión que educan la ignorancia desde el primer grado matando una a una, a nuestra cultura. Duden, de que el mundo es tan horrible y maravilloso como nos cuentan en las radios, en la caja maldita y en internet.  En esta, como cualquier guerra, no existen perdedores y ganadores, lo único que existe son las víctimas. El futuro está en peligro, en mano de un puñado de hombres que controlan mi vida y la tuya, la de ella y la de aquel, en base a números, a la ilimitada ambición y ansía de poder que puede llegar a tener un hombre.
Mientras Buenos Aires se inunda de políticos corruptos producido por el marketing laborioso de la imagen y no por el de la veracidad, son ellas los que limpian nuestras casas, liberan nuestro ambiente de esa bacteria putrefacta, de ese veneno que nos obligaron a beber hace más de 25 años. Ellas, como emblemas de paz, de justicia, de convicción, nos dan 106 razones para creer. Nunca soñé que sería esto, siempre me enfunde que cumpliría el sueño de mi madre, la promesa que sellamos mirándonos a los ojos, diciéndonos cada palabra, cada razón, cada manera, sin decir una sola palabra.
Culpable, me declaro culpable. No pude cambiar este mundo tan inmerso en odio, en discriminación, escaso de valores, de amores, de sinceridad. Carente de posibilidades…no de triunfos y derrotas. ¿Quién es alguien para declarar un triunfo o una derrota sobre algo? Ni posibilidades, ni la capacidad de elegir ya tenemos. Perdóname madre, por seguir un ideal. Por creer en mundos mejores, en pobres ricos de trabajo y estudio, en una mujer que tome mi mano, cuando ya no pueda caminar. El mundo que soñamos hoy nos ha dejado caer, el camino que siempre pensamos que transitaríamos ya no es más que una calle sin salida, sin nada de trasfondo,  sin lugar para seguir. Hoy, Buenos Aires muere un poco más, poco a poco, gota a gota, encerrándose en su propia oscuridad.  Ya no hay cerveza que aguante, ni bar que pueda cerrar las cortinas frente a mi alma desdicha. Quebrado, me parto en dos. Salgo del viejo bodegón del que todos los días sueño que, al salir, encuentre una nueva ciudad. Zapatillas entre los cables ahorcan mi garganta, no dejándome tragar una realidad que día a día me golpea en la cara.
Saliendo de la biblioteca que acaricia mi alma cada vez que estoy en ella, por la calle Pizzurno recibo esos llamados que siempre espero que no lleguen, aunque sé que lo harán de igual manera.
Rápido, corro mentalizado que tengo que evitar lo que pueda llegar a ocurrir. Doblo a la esquina, cruzo el semáforo en verde haciendo detener a los conductores mientras me insultan y les devuelvo el saludo. Si mis cálculos no son erróneos, como casi siempre pasa, me toparé directamente con él. Lo golpeo, corriendo con una desesperación que evapora cada muestra de evidencia que algo malo está mal. Lo golpeo concentrando todo el peso de mi cuerpo y mi impulso en mi brazo y mano izquierda, hundiéndola en la boca del estomago con ira, con un enojo irracional de la mano de un dolor inmenso.  Me duele, me lastima mi odio mismo, el hecho de detestar a una persona que ni siquiera conozco, responsabilizándola por lo que la sociedad creó  en él, ejemplificándolo de lo que el país refleja. Sin ninguna oportunidad, sin poder llegar a ser diferente, a ser potenciado, a que pueda llegar a creer. Lo señalan con el dedo, le enseñaron que nunca podrá ser, le inyectaron el desamor, la brutalidad.  Le quitaron el privilegio de imaginar, de soñar. Lo hacen culpable de haber nacido en una sociedad a que a nadie él le importa, sin posibilidades, sin ninguna manera de poder elegir, de darle a entender que una vida no vale un par de zapatillas. Nadie nace delincuente, nadie elige ser ignorante. Al verlo caer, veo caer a miles de chicos argentinos, sin sueños, sin inocencia, sin superhéroes con capas y mascaras volando de aquí para allá. Una parte de mí también cae, también fue golpeada con ese movimiento, también muere día a día. Trató de razonar con él, pero sus pupilas se dilatan. Sus parpados están perdidos, pidiendo gritos de auxilio para que lo salven. Ya no está conmigo, tal vez esté jugando con el 10 del Barcelona del que lleva su camiseta puesta. Esta perdido, el paco consumió sus heridas y las abrió al mismo tiempo, en el mismo momento.  Trató que me vuelva la mirada, que reconozca otros ojos que estén por fuera de su disforia. Me ahogan, no me dejan respirar, las putas zapatillas son piedras en las mías. Otra vez el diablo mete la cola  y me enfurece. Me hace odiarte Buenos Aires, una vez más.
No puedo, no puedo resistirlo más madre, no puedo. No puedo controlar en que nos hemos convertido, en que me he convertido. Ya no me duele, me arde el cuerpo, me arde el pecho. Incontrolable,  apacible llegó para quedarse en mí de una vez por todas.  Ya ha pasado el tiempo para mí, ya pasó mi fecha de vencimiento, ya he caducado. Perdóname madre,  te fallé. Ya cayó babilonia, ya cayeron muros, yo ya caí. Lo intenté madre, juro que lo intenté. Di lo mejor de mí, de mi alma cansada. Con lágrimas en los ojos quiero volverte a abrazar, a sentirme cuidado, a sentirme que este mundo puede volver a cambiar.  Desarreglado, listo para partir, camino despacio por las veredas que nunca pude limpiar. Pisando el pavimento sobre las sendas peatonales, con el semáforo en verde, veo pasar historias, películas que se escribieron sobre mis historias, mi mundo perfecto pero con sangre en las manos, pero estoy cada vez más cerca de ti mamá. Te veo, quiero tomar tu mano y no volver jamás, ya cumplí mi destino y mi misión en este lugar. Cada vez más fuerte, más aterrador y dulce suenan las bocinas que aparecen cada vez más cerca en mi costado. No hace falta que miré, ya los oigo llegar, ya me reuniré contigo, en solo unos instantes. Te escucho. Espera. Te escucho. Abro los ojos al escuchar a media cuadra de distancia detrás mío, tu voz. Nítida, tuya, única, mamá. Saltó con una fuerza inexplicable sobre la vereda y siento que algo me tira de los brazos, esquivando un auto color rojo y con llamas en sus puertas. Me levanto, busco entre los retratos de la gente tu voz cuando algo me llama la atención. Corro desesperado y logró tirarme encima de él, antes que te ensucie con sus manos. Forcejeo sobre el piso contra todos los demonios que nunca imaginé que existían, de los peores que podrían dominar la esencia de un hombre, si todavía tengo y tiene la decencia de llamarse así. Logro golpearlo con mi mano izquierda cuando sigo recibiendo golpes, pero no puedo rendirme. Lo terminó de noquear cuando siento un vil metal sobre mi abdomen, se me paraliza el cuerpo, el pecho. No duele, mientras caigo sobre mis rodillas y la sangre me mancha la boca de mortalidad. El invierno sacó su revólver y me encaño las costillas, pero ya nada importa. Su mirada vale 25 primaveras, alumbra mis ojos con un hermoso destello blanco, con su ingenuidad, con su ternura. Llorando, temblando, me abraza con sus débiles y chicos brazos.
Soy su héroe, mamá.


jueves, 9 de agosto de 2012

El Arrepentido SI

Soy un tonto, un cabeza dura, un inepto. Deje chantajearme por mis impulsos, por su sirueta, por el juego con el que bailan sus caderas. Acepto que seguramente saldré perdiendo de acá, con algunos golpes hasta recibiendo algún beso. Me miras, con esos ojos firmes que dinamitan a cualquier ser humano que trate de resistirse. Me invitás a que pruebe, a que trate de parecer un hombre. El control de mi mismo ya lo acabo de perder recien, cayendo a la palma de tu mano. Con palabras en inglés, o frases de canciones, me confundis, me haces reir. Soy un loser, un perdedor, que ahora traga saliba y reconoce lo tonto que fue. Estoy acabado, no tengo nada más que mis labios y tu cuello, sediento de desesperación, transpirando, esperando que ese momento llegue. Soy un mentiroso, patético, un perdedor, un desagraciado, una persona que aparecio en el lugar y en el tiempo equivocado, que no entiende de seguridad, de justicia, de intereses políticos ni democracias inconclusas. Estoy perdido, en mi propio laberinto sin salida que desaprobecha mi cabeza. No tengo ninguna salida. ¿Dios? Él no está hecho para tipos como yo, ni tampoco lo necesitamos. Me vendí a las coorporaciones, me vendí a cada mendigo que solicitó mi imagen. A campañas de cereales, de preservativos, hasta canales de televisión. Vendí hasta a mi propia madre por un puñado de azucar. Hace 20 años tenía el mundo a mis pies, ellos me suplicaban que les diera algo, migajas, algo mio para llevarse. Me absorbieron, mi tomaron, gota por gota, molecular por molecula, gramo a gramo. Me vieron conducir con 2 mujeres que mi madre nunca se cansaría de golpearlas al tratar de pisar su casa, salir de aquel auto con mis gafas negras en plena oscuridad pasando la medianoche. Así es como vivi, vivi como si tuviera 2 vidas y algo más tal vez, durmiendo en un lugar, y despertando tal vez, a 15 pisos de altura en el medio de la ciudad, solo con mis pantalones y mi celular. "Vayanse a la mierda" les dije, y escupí al conductor del programa y luego al productor que se contactó conmigo para llevarme allí. Al salir, recordé´porqué estaba en este lugar, recordé a mis héroes caidos, enredados entre jeringas de aire y putas con alas, a las personas que me inspiraron a ser quien soy hoy y que también los habia traicionado en cierto modo. Volteo la cebeza hacia ambos lados y no encuentro mi auto, puto idiota, ya ni siquiera tengo auto. Tras palmarme los bolsillos, encuentro mi billetera en el trasero. al abrirla, solo caen pedasos de colores diferentes de cajas de preservativos y un papel que dice" Fuck You", hasta tienen tiempo de putearme en inglés. No recuerdo donde vivía, ni por donde, pequeño problema. Agarró con ambas manos mi cabeza, como si con esa acción pudiera conseguir pensar de forma más eficaz y recordar lo que necesito en este momento. Momento, entre gritos, punk, lesbianas y cigarillos, veo a mi celular. Otra véz busco en mis bolsillos y lo encuentro esta vez en mi campera. Desgraciadamente, no aparece ningun número registrado y entre mis últimas llamadas, nada me parece familiar ni llama mi atención. Ya es pasada la medianoche, no siento ni mis piernas ni me duelen, debe ser que todavía la droga no terminó de salir de mi oganismo. Puedo pensar un poco más claro, pero todavía Metallica sigue reventando mi cabeza. Se pone frío, aunque no lo percibo, así que entró a un bar bajo de clase media del centro. En un principio, un mono de 2 metros de altura se puso delante de mí y no me quería dejar entrar porque no tenía dinero, afortunadamente al ver mi rostro me reconocieron y cambiaron sus insultos por una foto. Un poco sucio, desaprovechado, con los ojos desvelados, un mundo de colores gira sobre mí en aquel bar, siento que todo se centra en mí aunque nadie se haya percatado de mi presecencia. Me siento en uno de las sillas incomodas de la barra mientras apesto a abandono y melancolía. En blanco y negro, se me sienta mi viejo amigo con un jopo impresionante y de traje, me invita una copa de wisky mientras que también aparece él, cegandome por un minuto debido a su cabellera, apoyando su escopeta sobre la barra. A la mierda, si que estoy loco. Los dos me apretan, me pasan su brazo por sobre mi cuello y me dicen "es la hora de volver a bailar". A todo esto, el bar se mezclaba en claros-oscuros todo el tiempo, no distinguía a una persona de la otra, hasta que algo me decía en mi interior que incline mi cabeza. Al hacerlo, creo ver algo, siento ver algo. Mis "amigos" intimos me agarran con fuerza obligando a que me quede sentado, paresco el idiota de Frodo en el Señor de los Anillos. Es fuerte, impotente, me obliga a que vaya en esa dirección. Ellos me susurran que no lo haga, que estoy echandolo todo a perder. Que caeré por un abismo que nunca podré volver a escalar, que ellos nunca se atreverán a cruzar y salvarme. Siento una bestía en mi, no me importa, me importa un carajo lo que estos dos forros estén diciendole a mi oído y a mi cabeza. Con un fortuito movimiento de los brazos, los largo y hago que se esfumen. Camino hacia allí, siento que todo se mueve, que todo cambia, que estoy en otro lugar cuando me golpea al llevar. Estoy ahí, rostro a rostro. Finalmente era ella, ahora entiendo que de aquí no hay regreso.

lunes, 6 de agosto de 2012

Viejos de dos décadas. SI

Como en los viejos tiempos, me siento en el escritorio donde di vida a mis más grandes amigos, acompañado por mi infaltable mate para que abrige mis pensamientos cada mañana en mi bella Capital Federal. Mis libros, mis lecturas, mis felicidades hoy en día fueron cambiadas, expropiadas por un enemigo encubierto. La era de la tegnología, del ordenador y de la inmediatez invadieron nuestros cuartos, nuestra vida. Ya no tenemos la incertidumbre de dudar, de que la ansiedad nos envenené los pensamientos, nos ponga nerviosos y nos oblige a imaginar mil tipos de respuestas predecibles o no para lo que tanto esperamos. Las dulces esperas no son moneda corriente en estos tiempos de información, de redes sociales que desarticulan nuestras relaciones sustituyendo un suspiro al oido, un te amo en los labios por un "TKM" en un mensaje, ni siquiera expresando la totalidad de la palabra para ahorrar caracteres por el costo del servicio del mensaje en sí. Que curiosidad, que haya que ser austero para expresarle a la persona que uno quiere lo que siente. Las tradiciones parece que se las llevó el viento también. Me dirán viejo, antiguo, pero yo todavía creo en libros por escribir con un caderno y una lapicera, en enamorarnos del cine y no de la pantalla de una computadora viendo una película pirata. En robar un beso en alguna plaza pùblica, en comprar discos que contienen los mismos 12 temas y no parar de escucharlos. Me llamarán antiguo y obsleto, pero nada importa si vos estás ahí. Como dos viejos de dos decadas, nos detenemos en una tarde, frente a la frenetica ciudad y vida que no para ni un segundo, a tomar unos mates, a enomararnos mirandonos a los ojos sin decir absolutamente nada. Nos dividimos bajo la lluvia por discusiones y luego nos unimos bajo el calor de la casa, entre mis sabanas y mi pecho. Celebramos que no tengamos que decirle a nadie ni a nada que nos amamos, buscando aprobación por personas que no conocemos, buscando una opinión de gente que realmente no importa. ¿Cúanto tiempo hemos perdido en paradas de colectivos, en subtes, pero cuanta fue la felicidad que nos rajó la piel al punto de que podamos sentir nuestra sangre caliente? En tus ojos color café, en nuestra estancia que, en vez de estar un dj, aparece un cantante de folklore que enmarca nuestros sueños y nos incita a bailar, me quedo.

Pasaban horas rostros (floresta+ diá cotidiano)

Desembarcando por las callecitas que soblesaltan las calles de Floresta, las aves me dan la bienvenida. Con un frio agobiante pero con un sol reluciente, comienzo un día que parece distinto a los demás. Marta, la señora de las flores, me da el saludo de los buenos días con su sonrisa que ni noches apabullantes ni días decorosos lograron cambiar. Sigo mi camino y me cruzó a Nelly, una señora mayor dueña de una rosticeria que siempre elabora platos tradicionales con un gusto distinto: esas comidas son casi exclusivamente para los trabajadores obreros que en el medio del día, paran para hacer un almuerzo gratificante luego de tanto esfuerzo. Con un delantal, pelos que cambian por cada temporada de color, Nelly me recuerda lo que tan joven que soy y lo que el tiempo también nos maltratan. Al otro lado de mi calle, yase el antiguo puesto de diarios que nunca decidió casarse con nadie. Allí están los dos hombres, siempre a su lado aunque el frió duela por allá de las 6 de la mañana, guardando mis historietas para que, aunque sea un rato, mi mundo sea un poco menos enfermo y donde realmente pueda prevalecer la justicia. En el viejo 106 comparto cada mañana de mis años hace bastante ya, con viejos conocidos que nunca son los mismos, que siempre cambian sus nombres y apellidos, su aspecto, pero siempre están allí. Luego de ver, de imaginar historias a través de mi ventana en mi viaje, de creer que estoy siendo llevado a otro planeta por esta nave espacial, de que soy el protagonista de una película de un relato de amor donde voy a buscar a la persona que amo, finalmente llego a mi destino. El verde de la facultad siempre por un lado me abrumó, pero también me invitó algo que me estuvo esperando siempre. Del desasón, del cansancio y la confusión solo existe un paso, un milímetro, una emoción a la exitación, a volver a florecer, a creer en uno mismo y sentirse vivo, respirar lo que emerge de tu propio cuerpo que pide a gritos salir. Dejar atrás todo lo que digan y a todos lo que alguna vez, tal vez con razón, no creyeron en tí. Eso puede definirse como a La Facultad. Como también acumulamos más fotocopias que amores ni salidas en nuestros estantes, gracias a Dios concedidos por esa señora que aún (por vergüenza) no conozco el nombre, así que la llamaré la "señora de la fotocopiadora". Siempre amable, aliviando un poco el alma luego de duros choques entre Camus y Sastre, preguntando con una dulce sonrisa si estoy bien. Son los detalles, a veces, los que hacen ver que el mundo no es tan espantoso como parece. Que puede existir la bondad, la buena predisposición con gente que ni siquiera imaginas que están allí, que existen, que tienen problemas como tú o como yo. Que tal vez la vida no le sonríe tanto como a tí o como a mí, pero siempre con esa sonrisa ellos nos esperan. Aunque los amores golpeen, las protestas sean demasiadas y los salarios tan pocos, son esas cosas que no entienden de temas monetarios ni de intereses de por medio, que nos hacen sentir un poco más vivos, humanos, personas. Y así también vuelvo a mi casa, con las mismas personas con los que comencé el día. Nelly ya está cerrada a esta hora de la noche y Marta, con la cara cansada, caída, me da las buenas noches ya casi sin ninguna plata sobre la calle, pero con esa sonrisa que calienta mi alma.

miércoles, 25 de julio de 2012

Yonky, SI PONELE


Ya es miércoles por la madrugada, y se me acaba de terminar el crack. Ya se acabaron también los cigarros y las ganas de llamarte otra vez. Al cabo de unas pocas horas, volveré al patético trabajo del que día a día me fió en hacer todo lo posible para que me despidan y así cobrar la indemnización para inútiles e inservibles como yo. Tal vez descansé unas horas, no lo sé, tal vez me acueste con otra puta que para acá a la esquina ofreciendo sus servicios a viejos con dinero dejando a sus hijas en su casa viendo programas mediocres mutando al crecer por la computadora. Ya será tarde y nadie vendrá por mí mientras yo no les importe. Saludo amablemente a mis compañeros de trabajo que no conozco  mientras que al mismo tiempo los odio. A su vez hago y deshago mi puto trabajo como todos los santos días, sin que nadie supiera que a mi lado tengo mi botella de cerveza.  Hoy, sábado no quedará otra opción de volver a vivir en mis sueños y luchar contra mis pesadillas, de la mano de mi amigo imaginario que me alienta y me motiva en cada pasada, atormentándome cuando ya se terminó el camino. El tiempo pasa cuando yo vuelo con el viento, cuando nuestras vidas se consumen en alcohol sin sueños ni contradicciones, viviendo la vida que nuestros padres no quisieron darnos ni nunca soñaron. A nadie le importa lo dulce que se siente mi sangre en estos momentos, ni que mañana martes tal vez me despidan del trabajo. No me vendo por tu caja llena de mujeres de plástico ni por barbies mal vestidas, no me enseñes a pensar ni me empujes a odiar, Dios nunca estuvo tan cerca ni tan lejos. Cada vez que lo veo más de cerca, más odio a mi Argentina y a toda esta mierda que la rodea;  la historia de tu vida de la mía, de Juan, de Victoria, trabajando todo el día alimentando a niños sin siquiera una ayuda, sin seguridad por su vida o por su trabajo ni por su familia. ¿Para qué quedarme en una realidad donde los sueños si son, solo sueños? De que me sirve soñar si ni siquiera puedo ser un humano normal, con pretensiones, con imaginación para poder pensar diferente, si siempre quieren aplastarte la cabeza  por no consumir lo que el sistema te obliga.  No, a nadie le importa, a nadie le importamos.  ¿Para qué, para quién vas a volar más alto? Si lo verde tapa los ojos cuando la señora de la balanza no sé cansa de espiar.  Si, seré un jonky, un drogadicto, pero tengo dignidad, tengo opinión y nadie ni nada podrá comprarla.  Nunca seré el estereotipo de los que son como tú se cansaron de vender, no posaré desnudo con tus boxes detallando al muchacho perfecto ni lidiaré con tu moda de pertenecer a un mundo en el que no nos quieren. Pegame un tiro en la pierna y me volveré a levantar, ya que mi voluntad no es la del dinero si no de la posibilidad de pensar, de poder hablar, de culturizar a cada rincor de oscuridad que su propia ignorancia irradia pegándose por toda Argentina.

martes, 10 de julio de 2012

3 SI PONELE

El brillo de las alajas que nunca llevamos me lastima el pecho, el corazón. Por las callecitas de nombre de países de centroamericana, en Palermo, ardimos por última vez. Por estos bares, te conté, desnudé mis miserias y mis manos. La Plaza Serrano nos servía como refugio, como escape de lo que Buenos Aires nos castiga día a día. De interminables viajes en subte sin siquiera poder respirar, de trabajamos con que apenas podemos suspirar. Así te conocí, radiante y luminosa como ninguna, dejandome llevar por el ritmo de tus caderas. Me contabas que trabajas y estudiabas, que eras perfecta, mientras que yo no sabía que de este camino de ida no habia vuelta. Me agarraste de la mano llevándome a recorrer el mundo, haciendome conocer lugares que nunca pensé que existían. Me hiciste bailar en el campo y revolcarnos en lo inmenso que puede ser un auto compacto. Me infectaste, me invadiste el cuerpo, el alma y el corazón. Eras tú y solo tú. En cada cuadro, en cada pintura, en cada paisaje me demostrabas que no estábamos tan solo, que en cualquiera de ellos te podría encontrar. Una vez, un poco de alcohol y creo que también unas copas de amor, nos hizo deambular por esas callecitas sin saber ni poder encontrar el automovil. Como dos tontos enamorados, caminabamos, ya doloridos de los pies pero con sonrisas complices, y hauyentabamos al frío y la soledad. Te odié por llevarme a ese lugar, por hacerme ir mostrandome todo lo que habia en su interior. Hiciste que el sol me calentará y abrigará en noches de frío, en pleno Octubre. Me sostuviste sobre tus hombros pidiendome que no me rinda, confiando en que puedo ser diferente. Recogiste partes de mí cuando parecía desecho, cuando las juntaste pegándolas con muchisima más fuerza aún. Permitiste que este loco pueda bailar en su locura sin que le temblaran las piernas. Me dijiste que no pronuncie jamás que ya era demasiado tarde, que no estaba a la altura de las circunstancias ni que valía la pena. Me obligaste a tratar de dar siempre lo mejor de mí y a superarme en cada instancia, en cada situación, sin importar lo que pueda suceder antes. Eras tan cruel que te vestías de gala en la Rural por la avenida Santa Fe y derretías los polos y a mis ojos. Eras tan dulce que dejabas que te hiciera cosquillas aunque tuvieras el traje puesto. Aceptaste a mi invitación de que dejarás hacer un show privado solo con mi guitarra, vos y yo. Que grabáramos en la piel sin tinta nuestros nombres a fuego. No, no era ni el más de los codiciados artistas que suenan en las mayores radio-frecuencias del mundo, sino un tonto sin talento con una guitarra, y muchas formas de decirte lo tanto que te quiero. Era un pequeño hombre que por dentro, se sentía gigante, capaz de derrotar a cualquier vil villano que se le apareciera en su camino protegiendo siempre a su princesa, a la luz de sus noches, a la mujer de sus sueños, de su vida, sin importar el qué ni el cómo ni el cúando. Yo tampoco entendí cuando pasó, porqué pasó, o en que momento se escapó de lo que yo era. Una parte de mí murió allí, en Palermo, una parte de mí siempre estará llena de tí, llena de esa alegría, de esa sonrisa que podía vencer a mis padres, a los profesores de la facultad y hasta podía derribar muros. Te impregnaste en cada parte de mí, en cada aliento, en cada decepción, en cada vez que el sol dejó de brillar y me abandonó a la interpedie.

lunes, 2 de julio de 2012

MIRA


Y así seguí, así seguí seguí y seguí. Comenzé a correr en el momento de que todo paró. El cielo, el aire y todo se complotó en mi contra. En dejarte caer como un las hojas de un árbol. En milésimas de segundo,  recordar la manera en que me perdí. La manera en que me sonrojé a ver París en tus ojos. En que conocí Venecia por tu sonrisa. En que enloquecí en Buenos Aires con tus caderas. Pocos son los momentos y muchas las realidades en las que soñé verte sentada así.  Así será el momento que siempre pensé que moriría. 


Trataré de no ser tan estúpido para volver a pensar en lo que pudo haber pasado, sino de creer en lo que pasará. No soy bueno prediciendo el futuro y menos tomando a el pasado como experiencia. Tal véz, tenga que recurrir al pobre pretexto de utilizar, el odio, la ira, la impotencia para seguir adelante. Para tratar de ir a lado del camino, y no de la carretera. En buscar de nuevo un rumbo que tal vez nunca tuve, tal vez, porque ese rumbo eras vos. Abrí los ojos y otra vez era la tormenta acechando mi cabeza.  Era mi vida pasando por la ventana una y otra vez,  en un cuarto negro con luciérnagas mostrándome lo poco que me queda de luz.¿Será que pienso en otros ojos, en otra luz, en otro ser que no está? De algo que nunca podrá ser. De saber que nunca en este mundo, en esta realidad podremos ser uno. Que nunca podré tenerte ni vos podrás tenerme a mi. Buscare una manera, recorre todas las aceras que nos separan, los miles de kilómetros y años que alejan a mi alma de la tuya. Acortaré hasta un suspiro mi boca de la tuya. Tal véz, si, encontraré a mi yo interior y le golpearé la cara al decirme que debo desahacerme de ti, a que debo abandonarte y dejarte perder de una buena puta vez y desprenderte, desgarrarte de mi corazón para volver a sentir de nuevo. No dejaré que eso ocurra, no hasta esto tan fuerte, tan extraño, deje de quemar mi pecho, mi cuerpo, mis palabras, mi alma, mi esencia. No sé ni tendré forma de explicar como voy a hacer que pasé, pero llegará el día que me veas y hagas hasta al sol caer. De que de un abrazo ni roma pueda resistir. Cayeron muros e imperios y así aún vos seguías conmigo.

Tonto, estúpido. Lo que el alcohol puede afectar a nuestra perspectiva, de cómo queremos que sean las cosas. No existe tal manera de poder hacer algo. Solo soy un cuerpo perdido en un mundo que no sabe comprender. Que no cae en las inmediaciones de pastillas para no sentir, de sueños de contrabando y amores fugaces. Escucha y mirame bien, apunte sereno que usted va a matar a un hombre. Esto es lo que serás y como morirás, deambulando por tontas promesas, sintiéndote derrotado sin ni siquiera poder  llegar a lucha. Mirame, sentando en la barra en donde la oscuridad toma partido por mí, que pone su brazo por encima de mi hombro y me invita otra vuelta más,  otro golpe por detrás de mi espalda para seguir autodestruyéndome, seguir matándome cada noche, en estos bares, soñando que tal vez todo sea un sueño, o que mañana te despertarás al lado mío. Mi mejor amigo, el viejo de la barra que ni siquiera conozco la voz, me mira y me susurra que cambie de vida, de profesión, que dejé de creer en leyendas y mitos, que abandone de una vez ese papel de héroe que tanto me enfuresco en remarcar, curiosamente, cuando las burbujas ya se me subieron a la azotea. ¿Héroe? ¿Quién querría ser un héroe en estos días? Sacrificándose por el bien del otro sin la necesidad de un buen oculto,  sin la necesidad de ser reconocido. En buscar lo mejor para todos sin mirar ni preferir el suyo antes que nadie.

lunes, 2 de enero de 2012

Aquí estamos TU y YO ! MASO

Salgo y la veo: tu cara, toda demacrada. Pero que te a pasado? quien te a hecho esto ?
Tu vida, tus estudios y tus viejos. Mi sangre derramada en tu cerveza, en tu champagna barata.
Por tu ingenuidad en creer en medios que saborean el sabor del dinero, en iglesias que bañadas
en persecuciones legales, en políticos sin hijos ni en recuerdos. Ni un 21 ni 30 de diciembre me dejarán olvidar, dejarán poder cesar en está lucha inquebrantable por defender lo mio y lo de ellos. Creo en mi sangre que es roja y no azul, en el color blanco y negro por igual y no en tu distinción por planes. Creo en tu inoperancia y tu negligencia, en subestimar a quien te a llevado hasta allá arriba, y de un porrazo, caer allá abajo. Trabajaré por un piso con educación y mentores no manchados por la corrupción ni el poder. Trabajaré por una Argentina igualitaria y sin medidas ante la pobreza, el hambre y el robo de los sueños. No podrás verme venir, no podrás sentirme llegar, ya que siempre estuve allí. Siempre grité y aplasté tu mentira a base de pañuelos blancos o instrumentos de cocina. Fui Carlos Fuentealba, fui Gustavo Cabral, fui Mariano Moreno y seré millones. Al pensarme, te vas a mear los calzones porque sabes que en cualquier momento podré explotar deteniendo tu escuela de tortura e ignorancia. Yo creí, me caí y volví a levantarme. Yo fui la Isla Soledad, yo fui Guevara y yo soy tú.

shh, ven y callate.

Una brisa de viento bajito silva entre mis pulmones. El aire contamina mi nariz con olor a sierras y sol quema echando pa' lante. Cerveza bien fría entre toda mi familia, entre mi sangre y mi hermano, sobre un verde pasto con muchas espinas. Los veo bailar, los veo danzar. Flashes saborean mis dientes después de pan con tequila. Champang para la garganta y remedio para el pelo. Así se pelea en mi barrio entre calles con pozos de arena, entre bajaditas y subidas acorralando al rio. Por un lado, la rusticidad de la sierra, abrazando a la madre naturaleza bajo la luz de la vela mientras que el reflejo del rio empapa mis ojos. Así es mi tierra. Así es mi novia, una gordita con hambre de victoria y asado endulzando mis silabas con su sonrisita. Pasen y vean, así se vive en mi tierra. Aquí el único gordo con placa es la amistad y la verdad, sin ellos no puedes pasar.
Deja afuera tu ropa, tu camisa y todas tus etiquetas. Como casí Dios te trajo al mundo, tirate y sumergete al mejor estilo granada, ronda por las profundidades de mi metro ochenta y ten cuidado si encuentras un tesoro. Ven, subete y disfrutá, que aquí arriba hace más calorcito. Jonathan, el Mago y Juan me esperan. Por alla, sobrevolando las sierras y el cielo azul oscurito por la hora, me mira Fernando o Ferchu para que no pierda la guia. Gracias hermano, sin tí no sería. Como las luces de navidad, las estrellas brillan entre todos los colores, me muestran tu nombre y me dicen que me quede a esperarte. Aca se vive así. Este es mi pueblo, está es mi aldea, y soy libre como Bush por toda Latinoamerica.
mí.