. Anoche fue otro día del cual nunca terminé de partir, de huir de este mundo, o siemplemente, soñar despierto.
sábado, 22 de diciembre de 2012
Entre mediodias de luz y sombra, bajo las calles que envuelven los trenes de Buenos Aires, el viaje manifiesta cada uno de sus cuchillos que nos apuñalan en cada estación. Cada una de esas paradas golpea, lastima, porque llevan tu nombre. A cada paso, cada momento, cada movimiento para llegar a mi destino, es como el trayecto erroneo de mi alma a mi corazón. Poco a poco, cede, se defrauda, y descansa. ¿Cómo volver a pensar en recuerdos rotos, si con el mismo filo nos podemos cortar? Tu risa suena en mis auriculares, en mi micromundo que recubre mi burbuja por sobre toda la realidad. Como fotogramas, veo la arena, el mar, tus brazos y un mantel que mantenia nuestros sueños separados del suelo, de la tierra, en el reflejo de la ventana del subte. Al salir, Belgrano cesa en una cama y se me humedecen los pies, agotando cada suspiro de iluminar mi nuca y mi frente. Por una vez en la vida, como la única oportunidad de tachar la doble generala, el 85 me guiña la puerta y accedo a un paraiso de metal y plástico de $1,60 que me aisla de la agobiante rutina bajo el ala de 7,12,15 amigos de boleto, oficina y desamores.¿Quién sabe? tal vez, bajo la incomunicación de las caras enfermizas, nuestros ojos vuelvan a cruzarse entre el humo y el ruido, entre caños, pelo e improbabilidades.
Abandono, más allá de lo que ya hice en todos estos años, el vagón y emcamino mi rumbo hacia las escaleras que me vuelvan a depositar a la superficie, con la calida bienvenida del olor putrefacto de la calle.
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