Y así seguí, así seguí seguí y seguí. Comenzé a correr en el
momento de que todo paró. El cielo, el aire y todo se complotó en mi contra. En
dejarte caer como un las hojas de un árbol. En milésimas de segundo, recordar la manera en que me perdí. La manera
en que me sonrojé a ver París en tus ojos. En que conocí Venecia por tu
sonrisa. En que enloquecí en Buenos Aires con tus caderas. Pocos son los
momentos y muchas las realidades en las que soñé verte sentada así. Así será el momento que siempre pensé que
moriría.
Trataré de no ser tan estúpido para volver a pensar en lo
que pudo haber pasado, sino de creer en lo que pasará. No soy bueno prediciendo
el futuro y menos tomando a el pasado como experiencia. Tal véz, tenga que recurrir
al pobre pretexto de utilizar, el odio, la ira, la impotencia para seguir
adelante. Para tratar de ir a lado del camino, y no de la carretera. En buscar
de nuevo un rumbo que tal vez nunca tuve, tal vez, porque ese rumbo eras vos.
Abrí los ojos y otra vez era la tormenta acechando mi cabeza. Era mi vida pasando por la ventana una y otra
vez, en un cuarto negro con luciérnagas mostrándome
lo poco que me queda de luz.¿Será que pienso en otros ojos, en otra luz, en
otro ser que no está? De algo que nunca podrá ser. De saber que nunca en este mundo,
en esta realidad podremos ser uno. Que nunca podré tenerte ni vos podrás
tenerme a mi. Buscare una manera, recorre todas las aceras que nos separan, los
miles de kilómetros y años que alejan a mi alma de la tuya. Acortaré hasta un
suspiro mi boca de la tuya. Tal véz, si, encontraré a mi yo interior y le
golpearé la cara al decirme que debo desahacerme de ti, a que debo abandonarte
y dejarte perder de una buena puta vez y desprenderte, desgarrarte de mi
corazón para volver a sentir de nuevo. No dejaré que eso ocurra, no hasta esto
tan fuerte, tan extraño, deje de quemar mi pecho, mi cuerpo, mis palabras, mi
alma, mi esencia. No sé ni tendré forma de explicar como voy a hacer que pasé,
pero llegará el día que me veas y hagas hasta al sol caer. De que de un abrazo
ni roma pueda resistir. Cayeron muros e imperios y así aún vos seguías conmigo.
Tonto, estúpido. Lo que el alcohol puede afectar a nuestra perspectiva, de cómo queremos que sean las cosas. No existe tal manera de poder hacer algo. Solo soy un cuerpo perdido en un mundo que no sabe comprender. Que no cae en las inmediaciones de pastillas para no sentir, de sueños de contrabando y amores fugaces. Escucha y mirame bien, apunte sereno que usted va a matar a un hombre. Esto es lo que serás y como morirás, deambulando por tontas promesas, sintiéndote derrotado sin ni siquiera poder llegar a lucha. Mirame, sentando en la barra en donde la oscuridad toma partido por mí, que pone su brazo por encima de mi hombro y me invita otra vuelta más, otro golpe por detrás de mi espalda para seguir autodestruyéndome, seguir matándome cada noche, en estos bares, soñando que tal vez todo sea un sueño, o que mañana te despertarás al lado mío. Mi mejor amigo, el viejo de la barra que ni siquiera conozco la voz, me mira y me susurra que cambie de vida, de profesión, que dejé de creer en leyendas y mitos, que abandone de una vez ese papel de héroe que tanto me enfuresco en remarcar, curiosamente, cuando las burbujas ya se me subieron a la azotea. ¿Héroe? ¿Quién querría ser un héroe en estos días? Sacrificándose por el bien del otro sin la necesidad de un buen oculto, sin la necesidad de ser reconocido. En buscar lo mejor para todos sin mirar ni preferir el suyo antes que nadie.
Tonto, estúpido. Lo que el alcohol puede afectar a nuestra perspectiva, de cómo queremos que sean las cosas. No existe tal manera de poder hacer algo. Solo soy un cuerpo perdido en un mundo que no sabe comprender. Que no cae en las inmediaciones de pastillas para no sentir, de sueños de contrabando y amores fugaces. Escucha y mirame bien, apunte sereno que usted va a matar a un hombre. Esto es lo que serás y como morirás, deambulando por tontas promesas, sintiéndote derrotado sin ni siquiera poder llegar a lucha. Mirame, sentando en la barra en donde la oscuridad toma partido por mí, que pone su brazo por encima de mi hombro y me invita otra vuelta más, otro golpe por detrás de mi espalda para seguir autodestruyéndome, seguir matándome cada noche, en estos bares, soñando que tal vez todo sea un sueño, o que mañana te despertarás al lado mío. Mi mejor amigo, el viejo de la barra que ni siquiera conozco la voz, me mira y me susurra que cambie de vida, de profesión, que dejé de creer en leyendas y mitos, que abandone de una vez ese papel de héroe que tanto me enfuresco en remarcar, curiosamente, cuando las burbujas ya se me subieron a la azotea. ¿Héroe? ¿Quién querría ser un héroe en estos días? Sacrificándose por el bien del otro sin la necesidad de un buen oculto, sin la necesidad de ser reconocido. En buscar lo mejor para todos sin mirar ni preferir el suyo antes que nadie.
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