miércoles, 21 de noviembre de 2012

St Clara. SI

Cae. Caí. Caímos. Desde un teléfono rojo, escuchó olas de risas sumergidas por el dulce rencor del odio. Ubicado en una pequeña cabina roja donde el fuego de la crisis albergó a las naciones europeas, te escucho. Me relatas historias ya conocidas por la televisión, la radio y hasta mi propia vecina. Inventas relatos con dictadores subordinados que cambiarán por el bien de su pueblo gracias a su gran capacidad auditiva para captar lo que su gente necesita. Como en Buchenwald, caminas entre trampas de bombas idealistas sin temor de que todo vuele por los aires. Me explicas,te autoconvences de que es esto lo que quieres. De que es esto lo que realmente necesitas. De que te necesitan. Será la más pronta reflexión de algunos seres humanos, la más impronta, innecesaria, irrelevante pensamiento de ayudar a los demás, que me aleja una vez más de ti. ¿Y que hago yo aquí, esperándote? Soñando tratando de rehacer algo que nunca tuve, de volver a bajar por las verduras esperando tu reto, tu ayuda para elegir el mejor fruto. De soñar melodías por la calle y reír al ver caer mi helado favorito. ¿Cómo haré para volver al cine sin poder elegir ni una sola película que tenga menos de 4 puntos?. Concuerdo, no estoy en el mejor escenario para hacer ningún planteamiento hacía ti, pero eso no significa que no pueda. También allí te acobija otro hombres en fuertes brazos bajo una funda de cuero mármol. Mujer, eres una de las cosas más complejas, imperfectas y hermosas que alguna vez dudé que podía llegar a contemplar. Bajo la sombra de un vagón que no se mueve, entre destellos de nubes y la luz de nuestra mesa iluminada por una minúscula luz, morí y envejecí al verme reflejado en tus dulces ojos marrones. No acepto, no entiendo y no quiero dejar la oportunidad de que un muro, un señor de azul, me separe de ti. ¿Qué tiene él  que pueda separarme de ti? Mujer, señorita, se que tenés un carácter fuerte, pero regresa a casa. Ya la AFIP me quita el poco aire que me queda y con el tuyo a través de este teléfono no me alcanza. Entiendo que estés indignada y quieras tener un trabajo, un hogar y una vida mejor, pero, por favor, volvé a casa. No...no sé que más decir. Ya perdí el gusto por las comidas, por escuchar música y hasta de aburrirme en la televisión. Ya mis domingos hacen un fino golpe a la mandíbula quedandome en casa. Todo sigue igual, todo tan igual y tan apagado. Pasadas las 6 de la madrugada, apago la alarma de mi teléfono, me pongo la misma ropa y espero que ya sea el día. El día que me anuncies que ya estarás en casa, que dejarás de pelear por gente que no te importa y olvidarás estrellas en tu cabeza. Yo acá seguiré pagando las cuentas, mis deudas, tus revistas y mi memoria, y te esperaré con el suplemento de viajes del domingo esperando nuestra próxima huida.

No hay comentarios: