jueves, 11 de febrero de 2010

Capitulo I: parte 1 : Mañana.

Por debajo del polen de los sureños, Joan repasa las brisas que el rió repara en él. El cielo azul se ofrece como un bello paisaje que acoje su día, los pichones gritan y corren cerca, con superpoderes y temibles luchas, aunque solo midan no más de un metro cincuenta.
En su reloj marcaban las 9:30, y no se lo vio apurado como de costumbre. A pesar del contundente ruido, el humo que habitaba como un nuevo perfume su ambiente y un calor engañaba por espejimos la llegada del colectivo. Él estaba feliz, no sabría contarte porque, o al menos todavía. Ya apoyado en uno de los costados del transporte, observaba finamente a alguno de los pasajeros que lo acompañaban, como le ocurre día a día, esos compañeros de bostesos. Cada uno con sus sueños, con sus felicidades y sus días lluviosos, algunos deslumbrados con un sol que les hablan de héroes y historias fantásticas, que les toman la mano al momento de cruzar la calle y el mundo en el que ellos viven, el mundo de los sueños. Por otro lado, al fondo de los ómnibus, se escucha unas risas bastantes diferentes, un esencia distinta a cualquier otra. Son ellos, mirándose y matándose de golpe, con cada mirada, cada caricia, cada regalo de felicidad y de saber que, en alguien viven. Ella apoya la cabeza sobre el hombro de su prometido, aunque este incomoda, aunque no pueda ver, pero esta con él. El mundo se detiene y alrededor nada existe, nada importa ni tiene color. En esa burbuja, en ese mundo, ella es feliz, y no existe nadie que pueda robarle ese sentimiento, o esos ojos.
Mira a los costados antes de bajar y así lo hace. Cerca de las 10 llego a aquel lugar. Algo modesto, cómodo, como los viejos bares que antes explotaban Buenos Aires, en las viejas épocas, cuando la literatura volaba en el ambiente bajo las alas de esos grandes poetas que aliviaban nuestras vidas, y los cafés, en aquel entonces, era babilonia, su vida, su amistad.

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