En su reloj marcaban las 9:30, y no se lo vio apurado como de costumbre. A pesar del contundente ruido, el humo que habitaba como un nuevo perfume su ambiente y un calor engañaba por espejimos la llegada del colectivo. Él estaba feliz, no sabría contarte porque, o al menos todavía. Ya apoyado en uno de los costados del transporte, observaba finamente a alguno de los pasajeros que lo acompañaban, como le ocurre día a día, esos compañeros de bostesos. Cada uno con sus sueños, con sus felicidades y sus días lluviosos, algunos deslumbrados con un sol que les hablan de héroes y historias fantásticas, que les toman la mano al momento de cruzar la calle y el mundo en el que ellos viven, el mundo de los sueños. Por otro lado, al fondo de los ómnibus, se escucha unas risas bastantes diferentes, un esencia distinta a cualquier otra. Son ellos, mirándose y matándose de golpe, con cada mirada, cada caricia, cada regalo de felicidad y de saber que, en alguien viven. Ella apoya la cabeza sobre el hombro de su prometido, aunque este incomoda, aunque no pueda ver, pero esta con él. El mundo se detiene y alrededor nada existe, nada importa ni tiene color. En esa burbuja, en ese mundo, ella es feliz, y no existe nadie que pueda robarle ese sentimiento, o esos ojos.
Mira a los costados antes de bajar
No hay comentarios:
Publicar un comentario