Existen dos clases de personas: el que te apunta con un arma y el que te mata. La que como parte de sí tiene el revolver en su mano, la que rie bañada de sangre, la que detona familias, honestidad y libertad. No cambia, no sufre: mata. No pregunta por quienes te llorarán en tu funeral, ni quien te esperá en casa, no se detiene a pensar estupidéces en su mundo. En su mundo vos no sos nada, y él tampoco, porque no le importa morir, aunque sea asquerosamente egoista.
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