¿Nunca sentiste que el sol ya no alumbraba tu ventana? ¿ Qué el aire te ahoga, el ambiente te pesa y la luna solo despeja un paisaje desolado a lo que el anochecer podría ofrecer?
¿Nunca sentiste estar así de perdido, sin más que el reflejo de tu rostro en el baño, y el sonido de la depresión, de la pena, del saber que un día eramos eternos, eramos nuevos niños con nuestros sueños, nuestras leyendas y promesas, sonriendo de cara al cielo y prometiendo una nueva mañana, radiante y soleada. De querer que pare el autobús y el semáforo se ponga en rojo, enfrente de tu ventana. De ocasionalmente, te pierdas bajo mi techo, o pidas cenar en casa.
Me levanto de mi cama movediza, y veo como todo se mueve de un lado hacia el otro, y recuerdo que no estoy ebrio, aunque tenga nauseas. Así me visto, y mi estomago se sigue retorciendo como para recordarme que esta hay. Salgo de mi habitación, y saludo, una por una, a las personas que comparten este viaje conmigo, aunque no las conozca. Terminando de subir las escaleras, siendo el aire fresco que golpea mi cara y acaricia mi alma, brindándome otra nueva mañana. Sonriendo, veo todo ese azul que endulza mis ojos. Y vuelvo de reojo: nada, allí no ahí nada, más que todo esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario