domingo, 12 de junio de 2011

J.Daniels y otras yerbas maso

No, no se trata de otra treta más del destino ni de un sin sabor aún mayor que el trago que tomé anoche. Es algo más abarcativo, más lineal y menos temporal de lo que podría imaginar. Si, tal vez sea yo que no quiera pensar en lo que sucede debajo de mis pies y por encima de mis hombros, por lo que creo este espacio paralelo en el cual soy alguien para tí. Alguien al que miras y sonríes. Alguien que tiene ojos, boca, aroma y hasta no muerde. No un mueble en el costado de un hogar, no un número en un legajo o una persona en un bar. Sí, también fui ese hombre. Emborrachandome viéndolos pasar. Sonriendo, disfrutando de uno de los tantos placeres de la vida como es el amor. Para que correr tanto, para que sufrir y atenuarse a las consecuencias de ser lastimados, de que un día ya no seas tan importante. Son cosas que le suceden más o menos a menudo a la gente que no es como yo; que no le importa el qué dirán, ni los problemas que tendrán cuando regresen a casa.
Mi viejo amigo Jack y yo nos amamos, sin nunca separarnos uno del otro. Ya son pasadas las tres y media de la mañana y empiezo a no sentir mis pies. Mi cabeza vuelve a su estado de pausa normal, que es lo único que busco en el transcurso del todo puto día. Es la misma transición de cuando esperas el tren para volver a casa después del trabajo. Desde el momento que salís y hasta que esperas al puto tren, es una mierda. Apoyando el pie derecho en el vagón, viendo como pasa y pasa todo lo que ves todo los días, es la pausa que necesita mi cabeza. Sin nada, sin pensar en nada, más que ver pasar y pasar las cosas, las casas, personas, sin que nadie pueda deternerlas ni avisarles nada. Cuando apoyo el pie izquierdo en la estación donde bajo, volvió a ser una mierda.
Y así son mis días, mis noches y mis feriados. Recluido, veo como la vida pasa y soy solo yo, un espectador de lujo. Veo como se me desgarra la piel en cada noche que la veo sonreír, la veo brillar por encima de todos los demás. Es una de las pocas ocasiones que se bar de poca monta, parece brillar. Entre jazz, mis lágrimas mentales revalzan el vaso de whisky que me aprisiona a otro día igual, otra noche igual. Tal vez un día me vea y sonría, como lo hace con todos los hombres del lugar. Se equivoqué de persona, saludándome como si fuera otra. Le preguntaría que querría tomar, ya que sería una barbarie y una pena que tan bella señorita muera de sed en una noche tan fría como esta. Levantaría el vaso y brindaría por las casualidades, o causalidades del destino, que no siempre esta todo escrito.

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