Entrando a un bar turístico en Venezuela, un argentino viste la camiseta de aquel país y pide un trago. Entre medio, otro hombre apoyado en la barra lo sigue con la vista y alcanza a preguntarle su nacionalidad, intuyendo que era chileno. Sereno, buscando en algún rincón de su cuerpo, tomando el vaso de cerveza [...]

Entrando a un bar turístico en Venezuela, un argentino viste la camiseta de aquel país y pide un trago. Entre medio, otro hombre apoyado en la barra lo sigue con la vista y alcanza a preguntarle su nacionalidad, intuyendo que era chileno. Sereno, buscando en algún rincón de su cuerpo, tomando el vaso de cerveza que anteriormente había solicitado, responde mirando tenso al otro cliente del bar “No, argentino”. De un momento a otro, los ojos del hombre cambiaron mientras su boca comenzó a abrirse, produciendo un leve gesto de sorpresa. Al momento siguiente de haberle respondido, el argentino quitó la mirada con cierta zozobra de él cuando percibió un gesto un tanto extraño de aquel compañero de cantina. Lentamente, aquel hombre que yacía apoyado en la barra de aquel bar, aproximó una mano a la cabeza y se quitó la gorra, sin siquiera despejar la mirada del piso, y se la llevó al pecho. “Para mí como para cualquier venezolano, que un argentino lleve puesta nuestra camiseta es un signo de admiración y orgullo, como también de locura si usted me lo permite”- después que elevara una pequeña mueca de sonrisa, al terminar de decir la frase. Perplejo, ahora el que acontecía boquiabierto era el nacido en Floresta. Buscando palabras que puedan explicar lo imposible, no pudo responder a aquel hombre que primeramente, lo había confundido con un chileno. Solo atinó a sonreir y a decir “gracias”, largando una leve carcajada con una vergüenza que más que expresarse en la cara, le salía por el alma.
¿Cuántos grandes jugadores, excepcionales existen en el mundo? ¿cuántos que se llevan la admiración de todos y el respeto? ¿Cuántos? Cientos podríamos decir, pero quién podría llevar a este grado de adulación, partiendo desde lo más noble y humilde. Cientos de jugadores argentinos pueden hacer respetar el nombre del país jugando y desarrollándose en los equipos más importantes y ganadores del mundo, en España, Italia o cualquier país europeo, pero ninguno llegaría a causar este grado de respeto que supera cualquier frontera dialéctica, política y también social. Lionel Messi es el más claro ejemplo del mundo de humildad, trabajo, simpleza y compañerismo que puede estar en los poster de chicos de cualquier parte del mundo: desdeAustralia hasta Canadá, como también en la cabeza de los adultos. Siempre se puede hablar de la calidad extraordinaria futbolística que posee el rosarino, pero a cada persona que se le pregunta, siempre recuerda la clase de persona y ejemplo que ofrece para el mundo. Lionel Messi catapultó a Argentina a puntos que nadie ya puede explicar ni puede tomar dimensión conscientemente de lo que eso significa.
Gracias a Lionel, este pobre argentino caído en prepotencia, en soberbia por pensar que por ser argentino es más que ser chileno, colombiano o lo que fuera, cayó redondo y de rodillas gracias a las desventuras que un loco bajito comenzó a hacer por las tierras catalanas y se expandieron a lo largo y ancho del mundo, sembrando en cada rincón que tanto nos creemos, y que tan poco somos.
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