Dos Flautitas, por favor
El panadero Díaz le decían. Decían los
que no lo conocían, que era parecido al ex jugador y actual ayudante de campo
del gran Alfio Basile, el Coco para todo
el ambiente futbolístico. Pero eh aquí el error: el panadero Díaz, de la calle
Empídio González al 300, en el barrio de Floresta, no se parecía ni en las
cejas arrugadas que lo hacían verse enojado frente a los pedidos de la
clientela. Gordo, morocho, robusto, peludo desde la punta del pie gordo hasta
las orejas, de espalda ancha, con una brillante pelada como una bola de bowling
y brazos que remarcaban lo que los panchos y los choris hicieron en su
organismo.
Así,
cada mañana levantaba la persiana en su pequeño local a unas 2 cuadras de la
cancha de All Boys. La artrosis en su rodilla izquierda arremetía a cualquier
indicio de sentarse a leer el diario. Ligamentos rotos de una y otra pierna y
¡sin hacer nada! Digamos que había más barro que cancha, donde ya no se podía
distinguir el número de la camiseta por toda la suciedad que brotaba de ella.
Digamos, que una lluvia torrencial limpiaba las ideas de un buen y lírico
fútbol bajo las plateas del Malvinas Argentinas. Digamos que era la situación ideal
para romperse los ligamentos de las piernas.
Sofocado
por el calor de un enero de pretemporada, va en busca de auxilio y de una
botellita de agua en la parte de atrás del negocio. Ya le comentaron que tiene
que dejar las historias de fútbol y que pueden atentar contra su salud y
corazón. Si, ese corazón que busca escapes donde la garra, la pasión y el
fútbol, lo son todo. Busca encontrar esas historias, y olvidar como lo transformó
en un jorobado en potencia cargar cajas sobre la espalda. Olvidar como las
bolsas del puerto le destruyeron las dos piernas.
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