La violencia de la irresponsabilidad periodística
¿Qué lugar ocupa
el periodismo entre los personajes de reconocimiento público y las personas?
Desde allí empieza el error más frecuente y recurrente que trasluce en la
sociedad como también en el seno del periodismo: los deportistas son también
personas normales y corrientes, con problemas tan iguales y diferentes a los
propios. ¿Cuantas veces una opinión crítica en base al trabajo sobrepasa los
límites estipulados y se señala con el dedo a esa persona? Ahora, ¿En qué lugar
se sitúa el periodista para reclamar despiadadamente y entrometerse en la vida
privada de otro ser humano, cuando lo
que se le exige es que sea consecuente con sus actividades dentro de la línea
de cal?
Por un lado, la morbosidad que brote desde la sociedad como también la
imperiosa inestabilidad económica lleva a productores, editores, a vivir el día
a día como si no hubiera un mañana. Una inestabilidad que lleva a que el fin justifica a los medios. Una locura
desenfrenada en que todo es un hecho traumático e imposible de superar, como
fue el caso de un descenso de un club de fútbol, Rosario Central, y el suicidio
de un hincha por no soportarlo. Los medios alcanzaron un poder demasiado
importante centrado en periodistas como formadores de opinión. Un poder tan
grande que conlleva una responsabilidad en cuanto a lo que se dice y como se
dice. Un poder tan grande que pone en el lugar de negociador en un
secuestro de rehenes a un conductor de la televisión, Alejandro Andino, para
ser el enlace que resuelva las peticiones entre delincuentes y las autoridades
policiales.
¿Cuál es el límite moral y ético que impone el periodismo al ser
cómplice de críticas desmesuradas que ya superan el ámbito que los compete? El
caso de Rogerio Funes Mori es el claro atenuante a una falta de ética
periodista y humana. Más allá de las
discusiones sobre las cualidades o carencias deportivas del jugador, desde
donde la sociedad se sitúa, aprueba y se mofa de aquel jugador que es persona, de la mano de un periodismo
que más que reprimirlo, lo alaba sin ningún reparo y no hace un mea culpa en
sus contradicciones. Críticas que traspasan el ambiente deportivo-consciente
hasta llegar a lo personal e inconsciente.
A sí mismo, el ente social ni los considera
trabajadores. En este hecho queda en evidencia la falta de apoyo psicológico en el momento de
retirarse de la profesión de la que vivieron toda su vida, indefensos al suceso
traumático y carente de armas para lidiar con la situación.
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