jueves, 12 de septiembre de 2013

La violencia de la irresponsabilidad periodística

La violencia de la irresponsabilidad periodística




¿Qué lugar ocupa el periodismo entre los personajes de reconocimiento público y las personas? Desde allí empieza el error más frecuente y recurrente que trasluce en la sociedad como también en el seno del periodismo: los deportistas son también personas normales y corrientes, con problemas tan iguales y diferentes a los propios. ¿Cuantas veces una opinión crítica en base al trabajo sobrepasa los límites estipulados y se señala con el dedo a esa persona? Ahora, ¿En qué lugar se sitúa el periodista para reclamar despiadadamente y entrometerse en la vida privada de otro  ser humano, cuando lo que se le exige es que sea consecuente con sus actividades dentro de la línea de cal? 

Por un lado, la morbosidad que brote desde la sociedad como también la imperiosa inestabilidad económica lleva a productores, editores, a vivir el día a día como si no hubiera un mañana. Una inestabilidad que lleva a que el fin justifica a los medios. Una locura desenfrenada en que todo es un hecho traumático e imposible de superar, como fue el caso de un descenso de un club de fútbol, Rosario Central, y el suicidio de un hincha por no soportarlo. Los medios alcanzaron un poder demasiado importante centrado en periodistas como formadores de opinión. Un poder tan grande que conlleva una responsabilidad en cuanto a lo que se dice y como se dice. Un poder tan grande que pone en el lugar de negociador en un secuestro de rehenes a un conductor de la televisión, Alejandro Andino, para ser el enlace que resuelva las peticiones entre delincuentes y las autoridades policiales.

 ¿Cuál es el límite moral y ético que impone el periodismo al ser cómplice de críticas desmesuradas que ya superan el ámbito que los compete? El caso de Rogerio Funes Mori es el claro atenuante a una falta de ética periodista y humana.  Más allá de las discusiones sobre las cualidades o carencias deportivas del jugador, desde donde la sociedad se sitúa, aprueba y se mofa de aquel jugador que es persona, de la mano de un periodismo que más que reprimirlo, lo alaba sin ningún reparo y no hace un mea culpa en sus contradicciones. Críticas que traspasan el ambiente deportivo-consciente hasta llegar a lo personal e inconsciente.  

A sí mismo, el ente social ni los considera trabajadores. En este hecho queda en evidencia  la falta de apoyo psicológico en el momento de retirarse de la profesión de la que vivieron toda su vida, indefensos al suceso traumático y carente de armas para lidiar con la situación.

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