Y las rosas no huelen igual, con distinto marco, puede cambiar el cuadro. Son esas rosas la que florecen más que lo habitual, las que cambian sus colores cuando pasa sobre ella. El mundo para, ella no. Ofrece a cada pasajero que llega exausto y no muy tranquilo de su viaje, una bella y cordial bienvenida. Y así me conquisto, nomás que un par de risas, un poco de alcohol y una que otra estrella allá arriba, en esas noches que el cielo era nuestro mejor telón. Llamabamos a los actores secundarios, a ellos, nuestros compañeros de ruta que nos acompañan siempre en cada estación. Como extra, el frió viento de la estación que visitabamos aquellas noches: el invierno.
Como director, el destino, que nos ofrecia, algunas ideas y venidas, alguna que otra despedida.
Y como actor principal: el amor, que, bajo la oscuridad que nos cubria en esos momentos, ofrecio siempre su destello de acto y presencia, y con el mismo, nos supimos envolver, y aquí estamos, en una de esas tantas noches.
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