Cienfuegos para ser lo que quieras
Juan Martín
Cienfuegos lo llamaban. Bajo mucho de los tinglados y tabernas que confundían a
los hombres grises en los 70’, planeaba el siguiente movimiento montonero.
Otros cuentan que, luego de una operación que no resultó como lo planearon,
partió al norte para refugiarse bajo la dudas del efímero mandato de Asbún.
Después de vacilaciones, de
datos y pasos en falso, el gran Cienfuegos está en Buenos Aires. En su figura,
se guardan míticas historias como así las discrepancias de su veracidad: desde
informante y espía del gobierno en el exterior, hasta mercenario del dinero y
no de las ideas. Se dice también que él
fue quien eligió el nombre de Ramón Benítez para Ernesto Guevara de la Serna en
su último viaje a Bolivia. ¿Quién diría que el gran Cienfuegos ahora trabaje en
una puesto matutino que provee a los ciudadanos de todo tipo de información,
desde espectáculos hasta economía y, porque no, pornográfica?
Desdicha es la suerte y la
juventud que abandonó a un asesino para algunos, y tal vez un héroe para otros.
Cerca de los antiguos bares que decoran el emerger de las distintas
generaciones de la calle Corrientes, se susurra que agotaba su último dólar de
alcohol cuando el presidente del Sur partía al cielo, mientras que otro grupo
me afirma que en ese momento abría un champán de la nevera al compás de la
llamada de su amigo Martínez de Hoz.
A pesar de que solo sean un par
de metros que me separan de él, prefiero no traspasar esa pared que divide el
mito de la realidad. Sin embargo, acepto que refuto mi accionar debido a que
recientemente corrió la versión que sí, el Cienfuegos de las miles de batallas,
ahora mismo está en Atenas en busca de liberación por la apropiación de los
cinco medios nacionales de difusión de Grecia, dominadas por solo seis clanes
de familias impuestas por el gobierno.
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