viernes, 26 de julio de 2013

Va te faire foutre Paris: Parte II

Va te faire foutre Paris. Parte II


11-56443839 y vos no contestas. No creo que un viernes como éste sea el indicado para rechazar mis llamadas. Odioso el momento impertinente en el que me embauqué en digitar tu número y jugué mi destino en salirme con la mía. En morirme y quererte con una pantalla de por medio. Crecí, me agité cuando empapaste mi pecho con tu cabeza, cuando Buenos Aires furioso nos dejó en la calle regalándonos un último beso húmedo. Y aquí te espero, en la misma plaza, en el mismo ardor provocado por la insensatez del que pasará
      No confío en los huéspedes que en este tiempo, pasaron por la puerta de tu lugar, pero otra opción no tengo. Y aquí estoy, no tengo palabras, ya no sé sobre que más escribir. Parecería que el fuego era eterno y las dudas circunstanciales. La urgencia de verte sobrepasa cualquier límite conocido por el ser humano y hasta el tiempo. Tantas partidas, vidrios de colectivos empañados y abrazos sobre la arena en el mar. Al final, el día que volví la mirada y estabas allí, conocí a la mujer de mi vida. Cuando nos confundimos entre el humo, la oscuridad y el ruido de un bar de solitario soñando mundos mejores. No puedo erradicar el recuerdo de morir frente a tus ojos negros mientras revelan el transcurso de toda una vida en ellos. Cuando la marea invadió nuestro cuarto y huiste al sur para empezar de nuevo, para olvidarme entre hojas marchitas y contestadores. También, cuando el reflejo del camino de pétalos con la luz de las velas marcaban el camino hacía mi alcoba. 
      No puedo reconocer el día que te marchaste, el que dejamos de ser un ser único y simbiótico. No sé lo que pasó. No sé lo que pasó. Algunos me comentan que lo llaman trabajo, otros inseguridades y aquellos diferencias. No importa. El avión es un pretexto para plantar en tierra todo lo que quisimos en algún día y ahora en más quedarán en ese lugar. No voy a formar parte de eso. Algo tendré que hacer. Algo. Lo que sea. Abordar el aeroplano como vestido como capitán, infiltrarme en el equipo de mantenimiento y desponer algún motor, neumático para evitar el despegue. O tal vez suba y diga que tengo una bomba en mi espalda. No, mejor no. No existen retenciones de aduana, pasaportes o etiquetas para esto. No resisten. suavemente me escabullo hasta el conducto de los tickets y comienzo la carrera más larga, espectacular e importante de mi vida. Golpeo,trastabillo con personal de seguridad viendo lejano la luz que me une y separa de ti. No puedo cometer el mismo error de Rick con Ilsa, aunque los ame. A los gritos de que no puedo estar aquí, la azafata coloca su cuerpo entre medio de la entrada y yo. A los gritos, le manifiesto que esto demorará un segundo de su tiempo y el resto de toda mi vida. 

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